Hay un lugar, al norte de Bariloche que se llama Villa Llanquín. Es un pueblo particular, que puede gustarte o no. Admito que los paisajes desde arriba de sus montañas son impresionantes, pero no vine a escribir de eso hoy, sino del acceso a este lugar.

Como este pueblo queda del otro lado del río Limay, solo puede accederse a él por una pasarela o, si querés cruzar con el auto el cruce será utilizando una balsa: la balsa maroma.

Y te preguntarás: ¿por qué cuernos se le ocurrió a éste hablar hoy de una balsa???

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Y es porque esta balsa no tiene motor, sin embargo, cruza y una vez de un lado para el otro el río. ¿Cómo lo hace? Utiliza la fuerza del río, la corriente del mismo. Las personas que la conducen, simplemente tuercen la balsa, dándole una diagonal para un lado o para el otro por medio de poleas y engranajes, de esa manera, el río mismo empuja la balsa a la orilla opuesta. Si logran ampliar las fotos de abajo la verán.

Y se siguen preguntando qué bicho me picó, lo sé. Pero es que me pareció super interesante la idea de que el mismo río pueda empujar la balsa para uno y otro lado.

Así como la vida, es siempre la misma, lo que nos lleva de un lado a otro es, simplemente, algún engranaje que tira de acá u otro que tira para allá. Siento que la balsa es como el poder de la mente del que hablan tantas filosofías. La mente mueve las poleas para llevarnos para un lado o para el otro. Y no es que eso esté mal, sino que sería copado que nos pregunte antes de hacerlo o que respete nuestras preferencias al menos.

No es la vida, los acontecimientos, los desastres, las noticias que te tiran a diario o lo que te hace el vecino lo que determina tu vida, sino cómo movés las poleas internas, cómo te tomás las cosas que pasan. Sino, ¿por qué creés que las mismas noticias a algunos los destroza y a otros les resbalan? o una misma comida a algunos les cae bien y a otros mal? El problema no es el afuera sino lo que hacemos con eso.

Y no digo todo esto desde una visión zen y superada sino desde el lugar del que lo agarró una ola y que cuando trata de levantar cabeza abre la boca sin querer y la próxima ola le hace lavaje de estómago como mínimo.

El río es el mismo. La corriente es la misma. La vida es la vida. Nosotros deberíamos trabajar, justamente, en direccionar hacia qué lado queremos que nos lleve, fluir con ella, pero en dirección correcta.

De a poco van desapareciendo estas balsas y son reemplazadas por puentes. De esa manera, el río pasa a ser una energía ajena, del pasado. Ya no es un problema a solucionar, ya no es un desafío. Igual que nuestra vida cuando vivimos adormecidos, es una energía ajena, externa, que pasa y no sentimos casi, ya que preferimos ignorarla mediante pastillas, televisión, alcohol, drogas o lo que nos sirva.

Y así, lentamente, se va perdiendo la idea de que en vez de tapar y corregir deberíamos aprender a conducirnos conscientemente.

Los abrazo.

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Comentarios

  1. Alberto Avatar

    Interesante lo de la balsa de maroma. Y me trajo muy buenos recuerdos. Uno cuando yendo con el auto pare para hacer el cruce. Pero era el horario de descanso y estaba parada en la otra orilla del Limay. Igual cruce, subí y tú madre me sacó la foto.
    En 1950 cruzamos el río, que no me acuerdo el nombre con el auto de tu abuelo.

  2. Martín Avatar

    En Basilea, Suiza, hay un río y usan el mismo sistema. 12 francos por persona, o 13 dólares estadounidenses, o $4850 al 20/01/2023 a las 15:19.

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