Hará un mes tuve que viajar por trabajo. Volviendo, paramos en un arroyo a almorzar y, hete aquí, que se nos unió en el almuerzo este lindo amiguito. Como siempre estoy con alguna cámara encima, aproveché el momento y la confianza del comesebo para retratarlo desde donde pudiera.

Hoy, buscando otra foto de la cual escribir, me quedé pensando por qué me llama tanto la atención ésta. Y pensé en la idea de que el ave arriesga su vida a cambio de comida fácil, acercándose a dónde estamos comiendo para conseguir alimento. En aquel momento posiblemente tuviera crías que alimentar, no lo sé, pero por lo pronto, era mejor eso que buscar su alimento natural o al menos, esperar a que abandonáramos el lugar. Durante todo el almuerzo fue y vino, en parte temeroso y en parte confianzudo, pero siempre con un ojo puesto en la situación, por las dudas.

Y no puedo dejar de pensar en los humanos que, en alguna medida, hacemos exactamente lo mismo. Estamos toda nuestra vida arriesgando nuestra salud por conseguir comida, porque algún, ser superior (léase sistema, empresa, sociedad, historia de la humanidad, estado o lo que quieras) nos fue adiestrando de a poquito dándonos migajas y por eso, años después, no sabemos cómo encontrar nuestro alimento de otra manera. Y no solo eso, sino que a algunos nos acostumbró a comer tan bien que nos atiborramos de comida, necesitando entonces arriesgarnos un poco más para tener suficiente. Conocen el resto de la historia, comida, excesos, medicamentos, excesos, insatisfacción, lujos y todas esas cosas a cambio de… tu vida.

Vuelvo al comesebo. No tengo idea cómo se hace para desacostumbrar un ave silvestre. Imagino que cuando pase la temporada y la gente ya no pare en el arroyo a comer, volverá a buscar comida a su manera, hará dieta o morirá.

Por eso, en primer lugar, siempre le pido a la gente que no le de comida a los animales silvestres. Y en segundo lugar, les pido que ellos mismos no acepten depender tanto de un mundo perverso como el que vivimos.
Porque todos los humanitos tenemos la capacidad para evaluar si lo que nos están ofreciendo es bueno o malo. Sea quién sea el que lo dice, evaluémoslo nosotros mismos primero. Ya comemos muchos productos que no son alimento, ya trabajamos muchas más horas que las establecidas y más aún luego de la pandemia donde pareciera que todos tus jefes tienen derecho de entrar en tu celular cuando les pinta y en cualquier horario. No todo lo que dicen los políticos es cierto, eso lo sabemos. Pero tampoco todo lo que dicen los médicos, los curas, los psicólogos, los jefes, el policía, la señora de la esquina, el filósofo, el escritor famoso o tu madre es cierto. Porque no existe la certeza universal en nada. Todos tiramos teorías más o menos pensadas y vividas pero que aplican solo a algunos.

La vida, mientras, transcurre esperando ese momento en que pongas límites, a vos mismo, a lo que compraste que era lo que había que hacer, a tus caprichos, inconsciencias o descuidos. Límites al maltrato del otro o tuyo mismo. Límite a lo que no te resuena. Por eso, te invito a que no te comportes como un comesebo (literal) y que seas consciente de cada decisión que tomás en tu vida. Y que, sea certera o errada, no importe porque fue lo mejor que pudiste decidir en su momento, pero fue considerada y no llevada adelante por costumbre.

Los abrazo.


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