Hace mucho no escribo porque estaba con una molestia física que me distraía. Y hoy a la mañana pensaba en eso, ¿por qué estoy creando constantemente esta cadena de dolencias y sanaciones, en vez de estar haciendo lo que vine a hacer o, al menos, lo que quiero hacer? ¿Por qué disperso mi energía en todo eso?
Comprendí que cuando algo me preocupa, mi conciencia va a ese lugar, preguntándose, intentando resolver, intentando comprender qué es lo que está pasando. Puede ser una zona del cuerpo, puede ser un problema de trabajo, puede ser lo que se te ocurra. Sentís que algo no anda como debería, entonces le das más atención para que empiece a funcionar bien. Y, a veces, le metemos tanta atención que lo ahogamos, lo trabamos, lo bloqueamos sin que fuera ese el objetivo perseguido.
Y lo que veía hoy, no era que no tengo que prestarle atención sino que, antes de eso, tengo que evaluar si verdaderamente anda mal, es decir, que creencia tengo al respecto. Ayer, una amiga, me ayudaba por enésima vez con el tema de las creencias y por eso vino este tema hoy.
Y lo que comprendí es que no importa qué creencias existan en el universo, sino cuáles compro e internalizo. Y lo vi tan claramente como con las publicidades que te prometen que con el auto nuevo con el que vas a ser una persona mucho más feliz. Desde ya que luego de muchos años, me di cuenta que ni el auto me hizo más feliz pero no solo eso, sino que esa felicidad que me mostraban tampoco sería el tipo de felicidad que me gustaría sentir.
Las creencias, me doy cuenta, son exactamente iguales. Son un conjunto de ideas que fui comprando a lo largo de la vida, ya sea porque llegaron en mi educación primaria o porque se me cruzaron y elegí incluirlas en mi armario de creencias más adelante. ¿Cómo cuales? Que siempre debemos estar perfectos, sanos, sonrientes y bonitos para ser felices, que la leche fortifica mi cuerpo con calcio, que la leche no fortifica mi cuerpo con calcio, que esto es bueno, que esto es malo, que la iglesia es buena, que es mala, que la alopatía, que las terapias alternativas, que los gobiernos gobiernan, que el avance, que la ciencia, que los remedios, los alimentos, lo que quieras… En todo lo que te bases y puedas afirmar que “es así” es una creencia. Una que creaste, que dedujiste o que compraste, no importa de donde salió realmente sino si te hace bien o no. Si te ayuda a crecer o no. Si comerte media vaca en un asado te sienta bien y te hace feliz, ¡buenísimo! Ahora si lo hacés porque tenés que consumir proteínas pero luego estás zombie durante tres horas es que algo está pasando. O si sentís que estás despierto, que espiritualmente estás llegando al séptimo cielo y te la pasás puteando por todo lo que pasa en el mundo y a todos los que pasan por delante tuyo, lo mismo. Somos un impresionante manojo de creencias que no sabemos que están ahí. Es más, cuando no estoy padeciendo alguna de las que me sacuden, te diría que es apasionante y desgranándolas de mi interior.
Y en este momento de cambio planetario o de cambio de estación, de crisis o como quieras llamar lo que estamos viviendo actualmente, siento que estamos necesitando vaciarnos, limpiarnos, estar más livianos, dejar ir todo lo que no sirve. Sacarnos las mochilas y las cargas del invierno pasado, del invierno galáctico y prepararnos para el despertar de la primavera. Hace rato creo en eso, pensando que tenía que dejar ir experiencias, historias, dolores, pero anoche me ayudaron a ver que lo que tengo que dejar ir es a las creencias que me atan al pasado, creencias que no me permiten seguir caminando tranquilamente.
Pero entonces me pregunté, y ¿qué creencias son las que me traban? ¿cuáles son las que me ayudan a crecer? ¿cómo elegir? Y una voz dentro mío respondió: escuchá tu corazón. Es la mejor forma de no equivocarte. Vos sabés cuándo no estás haciendo lo que deberías, vos sabés cuándo una idea tiene sentido y cuando no, cuando algo que te dicen de afuera huele mal. Comprá solo lo que te resuene. Lo que sea acorde con tu vibración, con tu energía, que no te haga ruido. Y andá basando tu vida en eso, de a poco, tranquilo, sin apuro.
Limpiando por un lado, abrazando nuevas creencias por el otro. No sé si es un camino que se termina en algún momento, pero puedo jurarles que cada vez se pone más hermoso.
Los abrazo.
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Lamento si quedó medio escueto. En la mitad mi computadora cambió de creencias y enloqueció y fue todo un trabajo corregirlo para publicarlo.
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