Leo comentarios de un post pasado y no puedo evitar que no somos más que un cúmulo de identificaciones, fanatismos y creencias.

Pero si lo pienso un poco más, siento que sólo somos una gran bola de miedo que sólo teme perder lo que tiene.

Pienso en la vieja foto de mi amigo comiendo unas rodajas de salamín mientras fotografiábamos cóndores en vuelo. Esa foto fue comentada muchas veces más que las de los cóndores, las mías o las de él, que eso no importa.

Que el amor no da para hablar, que un futuro mejor tampoco. Porque es tan fácil de hablar, de explotar y de morir por algo que realmente no es de uno, creencias de otros que dicen que la cosa debe ser así, defender ideologías que tienen más de cien años criticando acciones que también tienen cien años temiendo cosas que pasaron hace más de cincuenta, cien o en la inquisición.

Qué fácil es quedarnos y escudarnos en la memoria para no dar un paso (y por favor entiéndase que no hablo de estas elecciones, ni en pedo voy por ahí hoy), es fácil echarle la culpa al otro, al pasado, a ese.
Qué fácil es desencantarse de alguien o acostumbrarse a alguien, que fácil es el \”me extraña de vos que no pienses como yo\” y a la vez, cómo lo detesto, cómo me aburre…

Estaría buenísimo, que en algún momento dejemos de buscar solamente lo que coincide con lo que pensamos y nos abramos a escuchar, a pensar y a respetar al otro piense lo que piense.

Los abrazo.


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