La noche tiene sentido porque existe el día. O al revés. Y ya sé que todos hemos escuchado mucho de los opuestos, de que uno existe porque también lo hace el otro. Pero permítanme traerlo de nuevo, por favor.

Entré, hace unos pocos días, en un momento de calma, pasó una tormenta y ahora disfruto unos días tranquilo que, desde ya, me encantaría que dure mucho, pero sé que posiblemente, no sea así. No puedo saberlo.

Iba a decir que no soy yo el que lo decide pero no es así. Yo no decido que venga o no la tormenta, pero si \”decido\” qué hago con ella. Por ahora la sufro, la vivo para el orto, la llevo mal. Pero como me levanté optimista, sé que en algún momento la comprenderé de forma diferente, aunque sea importante lo que toque (si, todos somos optimistas y surfeadores de olas que no nos interesan demasiado, no?).

Siempre detrás de una tormenta vendrá el buen tiempo, y siempre detrás del buen tiempo llegará una tormenta nueva. Como el día y la noche, como los momentos buenos y los malos, como la salud y la enfermedad, como las teorías conspiratorias new age y las verdades de los noticieros. Siempre un poquito para un lado y un poquito para el otro.

Una teoría diría que busca el equilibrio, por eso, como dejamos que se vaya para un lado y se ponga intenso, también debemos dejarlo ir para el otro para equilibrar.

Otra teoría, afirma que cada tormenta es para que aprendamos, para que evolucionemos, para que salgamos de la zona de confort y cambiemos cosas.

Y yo soy más de esta última idea, es que me meten en tormentas para que evolucione, pero para hacerlo tengo que escribir millón de palabras, hablar millón de voces, investigar, leer, rezar, meditar y darme cuenta que me cuesta mucho creer en muchas cosas, a pesar que me encantaría hacerlo. Pero de las tormentas salgo con lo que me cuentan ustedes, con lo que aprendo de mis conocidos, mis amigos, mis familiares. Siempre alguien vivió algo parecido. Siempre alguien sabe de qué hablás. Siempre alguien te escuchará y te contará alguito que te hará cambiar el punto de vista.

Por eso, creo que las tormentas, al menos en mi caso, son para levantar la cabeza y olfatear el aire. Para darme cuenta que no estoy tan solo ni soy tan importante para vivir algo así solo yo. Pero para poder sentir esto, creo que es importante que no juzguemos a los otros, ya que si vos sentís que no te merecés este momento, es importante que comprendas que el otro tampoco.

Pensaba, por ejemplo, en este verano infernal que se vivió en Buenos Aires y alrededores, con temperaturas impresionantes que no cesan. Y si, ya sé que saben que hay gente en Africa que se cocina cada día de su vida en esas temperaturas, pero allá ellos, que a vos no. Y la pregunta, como leía en un libro el otro día: ¿Y por qué a vos no? ¿Quién sos para que no te toque esa enfermedad? ¿O para que no se te corte la luz? ¿Por qué vos no tenías que nacer acá?

Si, sé que no estás en Africa, pero podrías haber sido vos. Y si me parece que pares un segundo y te veas como el nene africano con moscas en los mocos. O que te veas como una persona desesperada caminando a buscar asilo a un país donde no lo maten. Un segundo. Imaginate. Es un juego. Imaginá que te podría caer mal el gluten y que no podrías pisar un restaurante ni comer en lo de tus amigos por riesgo a contaminación.

Ahora que lo pienso, yo podría haber sido ese amigo que murió solo y joven no se de qué, o el otro que se suicidó. Podría haber sido el chico que corre ida y vuelta por el pueblo, podría haber estado en Turquía en el terremoto o bajo un ataque en Siria.

Me parece importante parar y sentir, parar y jugar a que si, a que podrías haber sido vos. Y no la cobardía pedorra de \”y no, no soy yo, algo habrá hecho, karma o lo que fuera\”.

Las tormentas son para que veamos. Los calores son para que purifiquemos. Las nevadas son para enfriar un poco la locura del mundo.

No me gusta vivirlas, lo admito. Me gustarían tormentas que yo pudiera manejar, tormentas de mentirita. Pero merezco más que eso. Y creo que ustedes también.

Sólo falta que le demos más importancia a lo que sale de ellas, que comprendamos qué nos dejan, qué sacamos de ahí. Por momentos siento que lo peor de la medicina alopática no son los efectos secundarios, sino que duerme nuestra capacidad de crecimiento al tener que comprender por qué motivo nos pasa lo que nos pasa, por qué nos enfermamos de lo que nos enfermamos. No, sacame esto que no quiero enterarme, decimos.

Acción, reacción. Algo viene para darte el mensaje. Si lo eliminás, va a volver. Hasta que escuches.

Estoy empezando a comprender lo que me quieren decir, en este largo lapso. O eso espero. Y te invito a que pienses qué catzos están tratando de decirte a vos, con lo que estás viviendo. Pero a vos, no a mi. No intentes comprender mi mensaje, sino el tuyo.

Todavía empapado por el chaparrón, te abrazo.

Y te deseo un bello domingo.


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