Resurgir.

Volver al bosque, luego de dos años del incendio. Volver a la cascada a ver si. Y no. Cambió el ambiente, cambió la temperatura, la humedad.

Si, lo sé. Era obvio. Pero mi alma quería creer que no era así.

Y caminé por el bosque, entre troncos quemados y renuevos de maqui, laura y maitenes, intentando escuchar lo que el bosque decía. Intentando sentir lo que el bosque transmitía.

Y, muy posiblemente producto de mi inmenso bloqueo emocional, comprendí que las emociones son nuestras no del bosque. El acepta, no juzga. Sentí que me quería transmitir que lo que pasó ya pasó y que, de a poco, volvería a crecer. A su paso, no al nuestro. Y cuando cerré los ojos para sentir un poco más, me explicó que las semillas estaban, las bases estaban, pero que todavía no era el momento. Que me quedara tranquilo.

Y al abrir los ojos de nuevo, vi un chilco (aljaba para algunos) a pocos metros mío pero del otro lado del arroyo. Hermoso, ultra florecido, que recibía una y otra vez a los colibríes y también a un mangangá, el abejorro nativo de la Patagonia que ya casi no se ve por ningún lado.

Me relajé, viendo la danza de los colibríes o la pelea de territorios entre una dormilona cara negra y una remolinera. Vi una pareja de humanitos jóvenes, abrazados y mirando la cascada, luego otra que se bañó en las heladas aguas bajo el salto de agua. Vi familias enteras subir y bajar por la senda.

Y comprendí que la muerte del bosque era una idea racional mía no un sentimiento. Por eso, quizás, no sentí la tristeza profunda que imaginé que \”debería\” haber sentido.

Y hoy me quedaré con eso, con la idea de que muchas veces pensamos lo que debemos sentir, en vez de sentir.

Y los invito a hacer lo mismo.

Y mientras, los abrazo.

#lacatarata #elhoyo #colibrí #picaflor #sephanoidessephaniodes #incendio


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