La transformación.

Perdón por el tema de mierda, justo un domingo. Pero a veces toca.

En una de las últimas entradas les conté de un pescador furtivo. Ok, vuelvo al tema rapidito. Este tipo venía cazando peces con una caña colihue, no una caña de pesca, que, imagino, tendría un clavo en la punta o se la habrían hecho con un cuchillo. El, con traje de neoprene, máscara y snorkel, se acercaba a las costas, las veía durmiendo o adormiladas en sus guaridas y con eso las ensartaba. Luego, al sacarla, tenía que matarla para que no se le escape, así que la cagaba salvajemente a palos hasta que la bicha no se movía más. Al ver semejante espectáculo me quedé frío, una mezcla de tristeza por la trucha y miedo por la frialdad y determinación del tipo ese.

Soy de los que no come carne no porque no me guste, sino porque creo que no soy tan importante como para que otro ser la pase tan mal por mi culpa. O al menos eso es lo que estoy sintiendo en estos últimos años. Pero ya venía dejándola del lado porque me encanta intentar ser consciente y coherente. Y día a día trabajo por lograrlo. Y hace muchos años ya que sé que sería incapaz de matar un bicho para comérmelo salvo que no hubiera otra opción.

Y me pregunto entonces cómo he podido comer carne tanto tiempo sin problema. Y comprendí que vemos los cortes de la carnicería, de la pescadería o de los supermercados como algo que no tiene ninguna relación con el ser que fue. El paralelismo más cercano puede ser la tarjeta de crédito o de débito, podemos pagar con eso y no duele. Todo el mes pagando con el plastiquito y duele una sola vez, al momento de saldar la cuenta. Pero pasa rápido y seguimos a los tarjetazos. Creo que el desnaturalizar las cosas es la forma más eficiente de que no sepamos conscientemente qué estamos haciendo en realidad. Y cada día lo hacemos más. Nos alejamos de la vida real y la mixeamos con algo estéril, inventado, plástico, no sé cómo describirlo.

Entonces, mi propuesta hoy, es simplemente que intentes llegar a lo básico de todo. Si vas a comer, imaginate el fruto en el árbol, la planta de lechuga en la huerta o el pedazo de carne como una vaca. Y pensá si hubieras sido capaz de recolectar, cortar y matar cada parte de tu comida. Podés llevarlo a tu ropa, a tu casa, hasta donde quieras llevarlo. Jugando por un lado, ya que no tenemos conocimientos para hacer todo eso, pero sí fijate qué pasa con tu lado ético.

Admito que no me veo haciendo cosas que no podría hacer si no la aprendiera, pero la de matar vida sigue sin gustarme. Ni para comer ni para dormir perros ni para que la avispa no me pique o la araña no haga un nido. No sé, no puedo evitar verlos como seres vivos, tanto como nosotros, con más o menos conciencia, con más o menos sentido o fin. Y te invito a lo mismo. Intentá ver los seres que te rodean como si fueras vos mismo en otro cuerpo. Y si bien muchas veces se complica respetarlos al cien por ciento, sé consciente en todo lo que puedas serlo. Porque ellos también son parte de esta vida, de tu vida, de la mía y de todo este hermoso y complejo ecosistema en el que vivimos.

Te abrazo.


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