Hay veces que fluyo como el arroyo de la parte de abajo de la foto y otras, que sólo giro en un punto sin parar.
Y en las dos situaciones, me olvido que la separación entre ambas es ínfima. Pero no solo eso, sino que ambas son lo mismo, es la misma agua y el mismo fluir el que genera el remolino.
Es fácil estar en modo zen cuando todo está bien. Cualquiera está en su centro cuando en esos momentos. El problema es cuando alguito se corre un poco de lugar. Nuestra atención se va al punto y eso, no hace más que acrecentar la molestia, el problema, la tensión.
Y empieza el vaivén de, no debo pensar en eso, pero no puedo dejar de pensar en eso en lo que no debo pensar. O debo quitar la atención y lo logro al punto que cuando me doy cuenta que le quité la atención volvió al punto. Les suena?? Si no les suena piensen en la última vez que les dolió una muela.
Hace meses estoy atravesando algo así, una cosa simple y cotidiana para la mitad de la población pero que, para mi, sigue siendo molesta y no consigo aceptarla como parte de mi día a día. Por eso cambiaron los temas de los textos que escribo acá, por eso lo hago mucho menos seguido también. Porque hay días en que mi cerebro se ve capturado por la situación y no logro salir o porque directamente no quiero sentarme en la compu a escribir.
Y esto no es para hablar de mi. Justamente no escribía este tipo de entrada porque tenía miedo que pasara eso, pero en estos días sentí que podría haber gente con dolencias también, nuevas o de siempre y, quizás, algo de lo que dijera podría servirles.
Y ayer, hablando con mi amiga y terapeuta, me recordó el camino opuesto. En vez de quitar el foco de atención del problema, llevarlo ahí. Llenar la zona de energía, de amor y preguntar qué pasa, qué necesita. Y si, sé que te parece medio del coco el preguntarle a algo interno tuyo qué le pasa o qué necesita o cómo podés arreglar esto, pero aunque no lo creas, muchas veces te responde. A veces al momento, otras tarda un par de días o lo hace mediante un sueño o cosas así. Podés probar. Sin contarle a nadie para que no crean que estás chapita.
Mucho tiempo creímos que éramos esto, lo que veíamos, lo que palpábamos. Mucho tiempo hace que creemos que todo lo que escuchamos en nuestras cabezas lo genera alguna parte de nuestro cuerpo. Pero, ¿y si no fuera así?
Y si lo que te responde cuando pedís ayuda o un camino, si aquello que te responde en forma de intuición o de alerta fuera algo más grande de vos mismo, algo que no está en los libros de ciencia clásicos? Y no estoy hablando de religión o Dios. Me pregunto cómo puedo saber si lo que me responde mi cabeza soy yo o no. Porque a veces me responde cosas que juro que no son ni mis palabras ni mi forma de pensar ni mis creencias.
¿Y si la foto pudiera leerse diferente? Siendo nosotros el remolino y el río fluyendo nuestro yo superior, nuestro ángel, Dios, el inconsciente, no sé cómo catzos querés llamarlo, pero te doy libertad de llamarlo como quieras. Ese ser que cuando vas a hacer algo que no está bien te caga a pedos internamente, digo. ¿El super yo lo llamaban? ¿Qué diferencia hay con yo superior? Ah, que uno es psicoanálisis y el otro new age.
Vuelvo. Nos olvidamos de preguntarnos nosotros primeros antes de lanzar la pregunta al mundo y eso es lo que tenemos que recuperar. Dejamos de vernos internamente en serio porque confiamos más en lo que ven otros de nosotros mismos. Y no tengo la más remota idea de cómo logramos eso.
Repito, este es un texto de aquellos que dudo mucho tiempo en escribir porque temo a los comentarios. Pero me pareció que podía encender una chispa en alguno de ustedes.
Y ya con eso vale la pena la apuesta.
Los abrazo.
Y el sol, hoy, parece que también nos abrasará a todos.
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