Ante una situación que viví hace un rato, entre acampantes furtivos y leñadores furtivos, me quedé pensando en lo delicado que es el tema del ecosistema y tanto furtivismo. Y todo esto sin querer acordarme del otro día que tuve el desagrado de ver un pescador furtivo que, a diferencia de los demás, encontró un método en el que se llevaba puesta una trucha inmensa cada treinta metros.

Y en ninguno de los tres casos pude decir nada. En el del pescador admito que fue porque no pude salir de mi asombro de lo agresivo y despiadada que puede ser una persona y de mi miedo ante lo mismo. En los otros dos porque ya no sé dónde pararme en este mundo extraño.

¿Cómo puede ser que no nos demos cuenta el daño que hacemos? ¿Cómo puede ser que nos demos cuenta pero no nos duela?

Soy de los que cree que el mundo va cambiando lentamente y por eso algunos cambios van pasando desapercibidos, pero estos últimos años son realmente sorprendentes.

Y vuelvo al amor. Si no lo tenés por tus congéneres, al menos tenelo por tus hijos, por el bosque, por los animales, no sé, alguito debería conmoverte. Sin bosques no hay vida, por ende, tus hijos la van a pasar mal. Sin agua no hay vida, sin aire no hay vida. Sin vida no hay iPhone ni tu equipo saldrá campeón ni vas a poder comerte el asado del domingo.

Despertar no significa ponerte un tercer ojo y meditar. Tampoco creo que sea comunicarte con extraterrestres, creer que sos pleyadiano o tirarte pedos de colores. Despertar es abrir los ojos y empezar a pensar por vos mismo. Ser individuo que evalúa las cosas, no las cree en masa según lo que otros dicen.

Despertar es darte cuenta que hay especialistas en venderte lo que quieran venderte. Y por más ultra profesional que seas, sos tan idiota como yo en esas cosas. Porque saben cómo entrarnos, saben cómo vendernos, saben que preferimos la comodidad, la practicidad y la buena vida.

Por eso, hoy te invito a que pienses en qué creés y si eso es tuyo o heredado. Te invito a que te abras a la posibilidad de que las cosas sean exactamente opuestas a lo que pensás. ¿Qué pasaría si así fuera?

Generalmente, verás que si pensás una cosa o la contraria, no pasa absolutamente nada. Todo sigue igual. El mundo seguirá igual. Porque justamente la cosa está ahí. El problema es que estamos pensando y no estamos sintiendo. Estamos demasiado en la mente y muy poco en el corazón.

El invitarnos a tomar partido, el abuso de medios, la invasión de las redes y las ofertas en el celu, la constante seducción de objetos y estilos de vida, nos quita el tiempo para parar. Para dejar de pensar. Y sentir.

Sentir quién soy. Qué necesito. Qué pasa dentro mío.

Y siento que es hora de callarme y dejarlos en paz por un rato.

Los abrazo.


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