Hace unos días me llegaron dos conceptos. Nuevos para mi. Posiblemente super antiguos y claros para el resto del universo. Pero bue, uno es así, vio? El primero era el que somos actores de múltiples películas y fue lo que escribí el otro día.

El otro día fue el que vivimos bajo amenaza constante.

– Como lo que como para que no pase lo que no quiero que pase. Pero al comer así muchos me amenazan diciéndome que pasarán otras cosas que tampoco quiero que me pasen.
– En la tele me dicen que vaya a la plaza a chillar para que no vuelva lo que no queremos que vuelva.
– Y otros, en la tele también amenazan diciéndome que si me creo lo que me dicen los anteriores la cosa irá para peor ya que son los causantes reales.
– El pronóstico amenaza con tormentas, sequías, nevadas intensas o soretes de punta.
– Los agujeros de la ruta amenazan con romper las cubiertas de mi auto. Los arreglos provisorios con arena de los agujeros de la ruta disimulan los pozos para que la amenaza se vuelva realidad.
– El aumento de precios amenaza mi economía.
– Los comunicadores que teóricamente deberían ser pum para arriba también amenazan con que no daremos el salto de conciencia o que un inmenso planeta nos sacudirá nos guste o no.
– Y me dicen que si no medito todos los días, si no soy bueno y amoroso, si no activo mi Merkaba ni mi Llama Trina y si no me cuelgo un cristal verde-violeta tampoco evolucionaré.
– Escucho de una Europa amenazada con quedarse sin calefacción este invierno. Si antes no se la lleva puesta una supuesta guerra.
– Una gran cantidad de canales de YouTube están siendo suspendidos o cerrados porque publican cosas que este canal dice que no son ciertas y por eso los censura. ¿No es amenaza acaso?

Pero como no me bastaba la sorpresa volví unos años atrás, cuando:
– Estudiaba porque sino me perdía las vacaciones.
– Trabajaba porque sino sería un vago y no tendría dinero para mis gastos.
– Me vestía bien porque sino me rechazarían.
– Me callaba para no quedarme solo. O peor, hablaba lo que sabía que querían escuchar.

Y se me ocurren millón de cosas más. Todo aquello que era “por nuestro bien”, era una forma de amenaza. Lo que siempre creí haber vivido como elecciones, me doy cuenta que no fueron tan así. Muchas de esas cosas fueron elecciones impuestas sino algo me pasaría.

Y al pensarlo el otro día me sorprendí. Me hizo sentir ingenuo, tonto diría. Yo, quien siempre anduvo por el mundo despierto. Títere.
Me cuesta traducir cada elección que hice a lo largo de mi vida. Y no me sorprendería decir que el 80 por ciento de lo elegido fue bajo amenaza. Y no sé muy bien qué hacer con esto.

Y vos, el que lee, no pienses en mi, no estoy hablando de mi solamente, sino de vos también. ¿No sentís lo mismo? ¿Estás trabajando de los que amás, viviendo con quien amás, llevando un día a día que amás? ¿Estás cumpliendo tu gran sueño? ¿O estás bien, acostumbrado, al punto que empezó a gustarte aquello de lo que hubieras salido corriendo los primeros días de vivenciarlo?

Hurgando un poco más, comprendo que las únicas veces en las que elegí libremente fue cuando estuve en un pozo. Ya había caído, ya no me había servido cuidarme, prostituirme ni nada de eso. Había hecho todo lo que marcaba \”algo, alguien\” y me había ido mal. Sólo en esos casos pude salir haciendo lo que realmente sentía. Y si vuelvo para atrás, puedo asegurarte que fueron las mejores experiencias de mi vida.

Así que sí. Tenemos pronóstico de tormenta. Una tormenta de aquellas. Según dicen todo se desmoronará, economía, política, todo. Pero, y te lo sugiero, no es amenaza ni de casualidad, en vez de agarrarte de los pelos (si tenés la suerte de tenerlos :-), en vez de salir a comprar papel higiénico para el resto de tu vida, en vez de echarle la culpa a alguien, sentate bajo un árbol, calmate y respirá. Respirá profundo. Sentí el suelo, sentí el tronco del árbol en tu espalda.
Cinco minutos.
Decile a tu mente que se calle un ratito. Que tenés derecho a unos minutos luego de tantos años a mil.
Cinco minutos más.
Y agradecé. Por poder estar ahí. Con todo lo que sos.


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