Ahora más tranquilo (y con luz en casa), pude retocar las fotos de la nevada del viernes. Y retocándolas, se me hizo más consciente lo que sucede con muchas fotografías y con nuestra vida en general.

Viendo la toma, uno se imagina tomando la foto en una temperatura semi primaveral, con un chocolate caliente al lado, como si estuviera sentado en un cómodo bar viendo la nieve caer mientras fotografía, con la ventana abierta desde ya para que el vidrio no arruine la calidad final.

Pero la realidad es que estaba empapado, escuchando el crujir de las ramas de los árboles cercanos y el golpe que hacían al caer, intentando constantemente que no se me mojara el frente del lente mientras peleaba con las capas de abrigo, los guantes, los anteojos empañados. En otras palabgras, era un horror. Estaba transpirado por la cantidad de abrigo, pero a la vez tenía frío, estaba mojado y no pensaba en otra cosa que en estar en casa calentito.

Esos son los dos mundos que coexisten cotidianamente: el feo y el lindo, si se pudiera resumir de forma tan simplista.

Hoy veo la foto de nuevo y la sensación que me viene es la que ustedes ven y la que describí al principio (la del bar calentito), ni de casualidad siento todo lo otro, \”la realidad\” que llamarían algunos.

Por eso, soy de la idea de que la verdadera realidad es la que crea nuestra imaginación y, en base a eso, es como vemos (y como creamos) el mundo en que vivimos.

Algunos eligen estar enterados de todo lo que dicen que pasa, calculando como no morir de hambre (con un sobrepeso de aquellos, dicho sea de paso), de que no los roben, de que no haya más guerras o que no les llegue cerca, de que un planero no se le acerque, o un gorila capitalista, de las injusticias, de lo que fuera, y su vida va acorde a eso.

Otros elegimos alimentarnos de energías menos agresivas, más sanas o, al menos, lo más sanas posibles, nos gusta imaginar momentos idealizados y, aunque sabemos que no todo el mundo puede vivir así, desagraciadamente, la vida es más amable, menos amenazadora, menos agresiva.

La vida es la misma. Cómo elegimos vivirla es lo que cambia.

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