El teléfono descompuesto, los traductores y otros…

I

Hace mucho tiempo ya que venimos jugando al “teléfono descompuesto”, no sé si es común en todos lados, pero por si alguno no lo conoce, solía jugarse haciendo una gran ronda, es decir, un gran círculo con muchos participantes. Uno le decía algo al de al lado y éste se lo decía al siguiente y así seguían transmitiendo el mensaje hasta que volvía al primero de ellos.

Nunca, pero nunca en mi vida, escuché que el mensaje volviera igual. Siempre se transformaba, siempre algo pasaba en medio que cambiaba palabras, significados o lo que fuera.

Y lo más interesante, es que siempre lo veíamos como que estaba “mal” que no llegara igual que como se dijo en un principio. Es decir, no era bueno que el mensaje se fuera modificando.

Y hoy, mil quinientos años después me pregunto cómo carajos podía cambiarse el mensaje. Si todos escuchábamos bien y hablábamos bien y no solían ser párrafos filosóficos de ochenta palabras sino alguna oración básica, con sentido y como de diez palabras como mucho. Creo que en mi caso lo atribuía a que todos teníamos pequeños defectos y por eso con que alguno no hubiese entendido algo la cosa se modificaba y de ahí adelante se iba al cuerno.

Pero hoy me doy cuenta que no, que lo que pasaba es que somos todos seres diferentes y aunque las palabras sean las mismas, nuestra comprensión de ellas no lo es. Y no podemos o no queremos repetir por repetir, una parte interna nos llevaba a cambiar palabras a entender cosas diferentes y así iba cambiando el mensaje. Para algunos era simplemente cambiar palabras parecidas, para otros era tratar de encontrarle un sentido a la burrada que escucharon “según ellos” y lo traducían a un nuevo sentido, para otros, era simplemente divertirse pensando qué habría querido decir la persona que empezó todo el juego.

La conclusión de aquella época era que: cuántas más personas entran en una línea de trabajo más posibilidades de complicaciones hay y es casi imposible que se llegue al resultado esperado.

Mi conclusión en este momento, sería la opuesta, es decir: cuantas más personas participan de una idea, aunque esta se transmita en forma lineal, más creativa, variada y con más tonos será el resultado.

Traduciéndolo, vivimos muchos años donde nos dijeron que debíamos hacer lo que se nos pedía sin cambiar ni una coma, donde había una orden impartida por alguien y, si no se cumplía tal como decían, es porque había habido un fallo en medio y alguien era culpable de eso.

Pero hoy, la cosa cambió, siento que como seres diferentes venimos a aportar lo mejor de cada uno para crecer, para sanar y para re-encaminar esta humanidad que se fue a la banquina hace rato ya, mientras seguíamos ordenes sin cuestionar.

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II

Llegué a la idea del teléfono descompuesto al darme cuenta que algunos de nosotros o, quizás todos nosotros, somos en alguna medida traductores de mensajes.

Me sucede constantemente, encontrar textos o videos que comprendo perfectamente y otros de los que no entiendo ni un poquito. Hace unos días, por ejemplo, les conté de un video a unos amigos, donde una mujer explica claramente, para mi, unos cuantos conceptos del salto de conciencia. Un amigo, entonces, me manda al rato un libro que habla de lo mismo, según él. Pero cuando quise leerlo me fue imposible. No entendía una palabra, no pude pasar más allá de las primeras páginas. Y a eso me refiero con que somos traductores. Este amigo puede leer esos ladrillos y luego me los traduce con sus palabras al tener nuestras conversaciones. O quizás de sus palabras, otra amiga del grupo, hace la traducción a las mías. Y yo, haré lo mismo con otros, siempre simplificando o, más bien, traduciendo el concepto para ser comprendido desde otro lado. La esencia es la misma, sólo cambian los detalles, podría decirse. Lo mismo me pasó con Steiner, el de la antroposofía. Leo sus libros y no me llega nada, pero tenía un conocido que nos describía su filosofía en sus clases y yo quedaba maravillado. Decididamente para entender a Steiner necesitaba a Daniel en medio traduciéndomelo. Y eso que no considero que no pueda entenderlo si me aplico, el tema es que no me interesa invertir tanta energía en esa “traducción”. Coelho puede ser otro caso. Dice lo mismo que muchos otros, pero con palabras simples y conceptos cotidianos. Esa sería la definición de traductor a la que me refiero ahora, a quien puede modificar la forma de transmitir un concepto para que sea comprendido por otro tipo de público.

Por eso, pensaba hoy en cómo transmitir ciertas ideas que leí, que escuché o que me llegaron en estos últimos días, ideas que encierran conceptos que me encantan y en los que creo profundamente, pero que no puedo transmitir como me llegaron porque sería demasiado, es decir, estaría repleto de conceptos complejos o muy “despreciados socialmente” que sólo generarían rechazo sin más. Un ejemplo claro de esto: hace muchos años, escribí una entrada al blog en la que, casi terminando, escribí la palabra “Dios” pero como sinónimo de “el universo” o “vaya uno a saber por qué”, no en un sentido religioso católico y de dogma. A los pocos días, una amigo me comentó que dejó de leer al llegar a esa palabra. Cuando leyó Dios ya le pareció demasiado y dejó la lectura. Sólo le faltaba un párrafo donde quedaba claro que todo era una ironía, pero no.

A eso me refiero con traducir. Aprendo cada día que hay palabras que no son aceptadas o que generan estas cosas y que si quiero transmitir algo, tengo que adornarlo de una forma en que no genere rechazos. Aunque desde ya no siempre funciona, no lo logro o simplemente no tengo ganas de hacerlo.

Pensaba hoy, para dar otro ejemplo, que a lo que finalmente llego luego de darle muchas vueltas al asunto, es a lo mismo que me contaban que decían las palabras de Jesús en el colegio religioso al que asistí. Pero que, obviamente, desestimé porque me lo decían esos mismos curas o eran palabras de una iglesia que nunca me gustó ni me cayó bien.
Es decir, me dieron el mensaje de chico. Pero necesité cincuenta años para que la vida me lo fuera traduciendo por medio de escritores, de experiencias, de miedos, dolores y felicidades. Investigando un poco, comprendí que todas las religiones decían lo mismo, y también los new age, los “despiertos” de ahora y todos los que están tras algún tipo de espiritualidad: tenemos que amar más allá del ego, amar más y pensar menos, basarnos en el amor y no en la mente, dar más que intentar recibir pero también saber recibir, comprender que somos todos iguales y, a la vez, diferentes; entender que somos todos diferentes pero que a la vez somos uno y actuar en consecuencia; tratar a los demás como nos gustaría que nos traten; respetar el punto de vista de los otros como querés que respeten el tuyo, y no solo su punto de vista, sino también sus creencias, sus decisiones, sus elecciones.

Muchas veces me dijeron que las personas que aparecían en mi vida eran un espejo mío, es decir, venían a mostrarnos cosas que teníamos que ver en nosotros mismos. Admito que siempre me chocó ese concepto. Puede que sea verdadero y yo no lo haya comprendido todavía, pero siento que va más allá, mucho más allá de eso. No son espejos solamente o, más bien, no son todos espejos, los seres que se cruzan con nosotros tienen algún mensaje que darnos, tienen algún regalo, algún regaño, alguna idea, un correctivo, una energía, una enseñanza, un abrazo, algo… no sé muy bien qué y muchas veces no sabemos ni qué es ni que fue lo que nos dejaron al irse y seguir su camino, pero había algo ahí que, quizás pudiste tomar y aprovechar o quizás no. Si fue esto último no pasa nada, ya volverá. Volverá hasta que puedas tomarlo, asimilarlo, comprenderlo. Y cuando digo todos es todos absolutamente.

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III

Todos los seres cumplen una función en nuestra vida. Todos los seres que nos cruzamos tienen algo para nosotros. Y aunque diga esto y lo crea, no siempre estoy buscando qué es, más bien casi nunca diría. Dejo que el mensaje llegue y haga lo suyo mientras yo intento ser lo más yo posible (lo que algunos seres queridos llaman llevar mi geminiano al máximo y no parar de hablar con quien me cruce).

Y así como todos esos seres vienen por algo, nosotros somos también seres que vamos por algo con otros, tenemos algo que darles, dejarles, decirles.

Por eso, es importante que estemos todos. Para que no falten mensajes.

Y es muy importante que todos seamos quienes vinimos a ser, para que lo que transmitamos sea lo que vinimos a transmitir.

Y lo más difícil de aceptar, esto también aplica a las situaciones o seres que no te caen bien: los políticos del bando contrario, el presidente de aquella potencia, la potencia misma, el papa, los terraplanistas o lo que carajos detestes o preferirías que no existiese. No, ellos están siendo ellos mismos y hacen falta. Quizás para que comprendas algo.

¿No es llamativo que nadie sea rechazado de forma unánime? Ni Hitler lo fue que es lo “peorcito” que se me ocurre ahora. Eso es porque así como para algunos era negativo, para otros era positivo.

Todos los seres tienen sentido. Absolutamente todos.

Todos los seres merecen ser respetados, absolutamente todos.

¿Y con los que no me respetan? Admito que jode, pero ahí tengo dos opciones, o meto la otra mejilla o me voy a la mierda. Nada ni nadie me obliga a quedarme y bancarme algo que no quiero sufrir. Y si tenía que aprender algo de eso y me fui antes de tiempo, ya volverá a aparecer.

Les pido disculpas por el choclo de hoy. Sé que fue largo y con muchos desvíos, pero sentí que era lo que tenía que decir.

Los amo. A cada uno. Como puedo al día de hoy.

Y les agradezco el estar. El ser.

Salud.

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Comentarios

  1. Alberto Avatar

    Difícil el comentario. Es para releerlo y pensarlo. No deja de ser difícil. Pero vale el releerlo. Gracias.

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