Luego de casi veinte años de trabajar y vivir ¿ fotografiando especies de plantas, hongos, líquenes, musgos y un largo etcétera, muchas veces intenté comprender mi trabajo desde la mirada del científico o del estudioso del tema en cuestión. Hoy puedo decir, que creo que nunca lo logré. Y cuando pude plasmar lo que creo que ellos ven, me di cuenta que ahí no estaba yo.

Buscando algo que me expresara encontré este ejemplo: en vez de ver el final de una rama de calafate, me sumerjo dentro de un multiverso repleto de posibilidades, siento magia pura, me asombro ante el arte de la creación, asumo mi pequeñez y agradezco infinitamente estos regalos.

Porque si algún día lograra realizar algo gue roce solo el uno por ciento del objeto real que representa esta fotografía, creo que ahí sentiría que finalmente empiezo a comprender el universo, la creación, el orden divino o como quieras llamarlo.

En la realidad tangible, esa en la que posiblemente eliges vivir, describe esta foto como hojas, gotas de rocío y un efecto visual provocado por el lente fotográfico al desdibujar los objetos lejanos. Es decir, lo mismo que ir a comprar rabanitos y pensar que ese papel que entregaste a cambio de las pelotitas rosas fue un trueque justo (bah, sin entrar en el precio de los rabanitos).

En la visión enriquecida de esta fotografía sólo veo algo indescriptible, que intenté escribir arriba, al principio, pero en lo que no me acerco ni un poquito.
Lo que se traduciría, en el ejemplo de los rabanitos, como cambiar papelitos pintados por sol, agua, nutrientes, tiempo y temperatura concentradas en una mágica bolita rosa que fue parte de un proceso casi infinito para seguir, dentro mío más tarde, transformándose y transformándome.

Y lo dejo ahí.
Y los abrazo


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