Asciendo por el camino al jardín, pero aparezco en la loma del Egeo. Lentamente bajo al templo donde Eera me espera, ahí la dejé ayer, y ahí sigue ella, esperándome.

No, me dice, me fui y volví ahora, sabiendo que venías, aunque más bien te llamé.

Gracias, gracias por llamar.

Si, siento que es momento de dar otro paso, de contarte otras cosas, de mostrarte otras ideas. pero primero siéntate y mira el mar. Me siento en el suelo que está fresco como si fuera de mármol (si lo es, me dice ella). Miro el mar vasto y azul, inmaculado, mar azul, con el cielo azul, solo una línea al medio, un poco más abajo que el medio más bien, el horizonte, que divide ambos azules. Veo la costa a mi izquierda, no a la derecha ya que el cabo dobla y lo pierdo. A mi derecha está ella, sentada también, majestuosa, esbelta, prístina.

Mirá el mar, e intentá llenarte de azul. Respira el azul, la sabiduría. La sabiduría del mar, del tiempo.

Miro el mar y está totalmente planchado, quieto, es un plano azul sin ninguna interferencia.

Equilibrio, me dice, el mar está en equilibrio. pero su equilibrio no depende sólo de él, sino de otros también, su equilibrio depende de las mareas, del viento, al menos en superficie para romper esa quietud o también que pasen barcos, peces o aves que rayen su superficie.

Lo ves, sé que lo estás sintiendo. Sólo la marea mueve el mar, el resto sólo lo despeina, podría decirse, transitoriamente, muy poquito. Pero un maremoto también puede moverlo y ahí sí que será fuerte, la marea lo balancea, una tormenta muy intensa también podría llegar más profundo.

Ahora piensa que eres el mar. ¿Cuántos maremotos has tenido ya? ¿Cuántas mareas y cuántos vientos, barcos y peces?

Rápidamente verás que sí, que has vivido maremotos producidos por separaciones, muertes, cambios intensos… no muchos, pero que te sacaron del equilibrio y es lógico que así fuera, pero pasan. Porque primero es el movimiento terrestre, el maremoto es la consecuencia, pero si la tierra no se mueve más, luego de la consecuencia vuelve el equilibrio absoluto nuevamente.

Eso quiere decir que debes comprender que todo movimiento fuerte, es limitado en el tiempo, es una consecuencia de algo que ya pasó, entonces no puede extenderse eternamente, no debería hacerlo.

Eso es un maremoto. Tienes un disgusto, una sobrecarga lo que fuera, entonces te sube la presión, pero en poco tiempo la carga ya no está, pero la presión si, está alta. Sin embargo debería bajar, despacio, tranquila, pero si y solo si tu no mueves el suelo debajo del mar nuevamente. Tu mente y la de todos, muchas veces, se queda empujando al suelo para que no deje de moverse, para que no deje de generar esos movimientos intensos.

Hay que intentar comprender: ¿qué causó esto. ¿Sigue? ¿Puedo hacer algo para remediarlo? y luego lo dejo ir.

Las mareas, sin embargo, son movimientos estacionales, se ve mucho más fácil en las mujeres con su período, va y viene y genera cambios, suelen ser cíclicos. Pero en vos también suceden, si, en los varones también. A través de las estaciones, del clima, de los eventos, estos generan idas y venidas. ¿Por qué sino, acaso, cada principio de marzo te encuentras con preocupaciones y tu mente revuelta? El cambio de estación les influye a todos, algunos más que a otros. Esos cambios, como mareas, pueden prevenirse y hay que estar atento. El cambio de estación, el cambio de clima. Un viaje, una mudanza, son cambios que puedes predecir, que puedes manejar y que sabes que te alterarán, entonces, en vez de rogar que esta vez no duela, ¿qué tal si anticipas los pasos?

Y finalmente el viento, los barcos, los peces que saltan en la superficie, estos alteran la superficie y no más que eso. Son transitorios, pasajeros, una lastimadura, una discusión, un enojo al paso. Una decepción, un dolor, una indigestión. No influyen en tu interior o, no deberían hacerlo, si no lo llevás hasta el fondo para apuntalarlo y generar, desde ahí, una marea o un maremoto.

¿Tienes la capacidad? Si, la mente puede hacerlo, puede generar un maremoto con solo pensarlo, lo sabes, por ti y por otros. Lo importante es no dejarlo pasar más allá de la superficie. Poder verlo, comprenderlo y dejarlo pasar.

Y ¿cómo sabes cuál es cual? Si, parece fácil, pero cuando los identificas, muchas veces tu mente ya los mezcló. Pero no es tan así, déjalos volver a su origen, piensa en el origen y encontrarás el camino.

El maremoto es inevitable. Puedes llevarlo mejor o peor, pero es inevitable.

La marea, si la tomas con calma y te preparas, puede ser más fácil de pasar.

El oleaje es donde debes aprender a centrarte rápidamente, no dejarlo convertirse en marejada. Trabajar en él será como tirar aceite en el agua consiguiendo que las olas bajen, que el mar se planche nuevamente y, si bien habrá aceite, éste rápidamente desaparecerá, se fundirá o se perderá en el basto océano y no lo verás más.

Esos son los estados de tu mente, de tu alma, de tu cuerpo, de tus cuerpos. ¿Se comprende?

Clarísimamente Eera, gracias. ¿Puedo publicarlo?

Si, me encantaría que lo hagas. Te abrazo.

Y yo a ti.

Me levanto y miro el mar, y subo la colina de vuelta a casa, tengo ganas de releerlo y publicarlo.


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