Me encanta cuando todos, al unísono, escribimos o hablamos más o menos de lo mismo. Eso demuestra perfectamente la conexión que hay más allá de uno. Eso que algunos llaman casualidad.

Todos dibujábamos de chicos. Y todos, posiblemente antes de dibujar o quizás al unísono, cantábamos y bailábamos. No tengo idea si todos los niños, pero si conocí a una que cantaba canciones de casi media hora en la que iba inventando la letra sobre la marcha mientras se hamacaba.

Y al llegar a la escuela, entre tanta cosa rara, sabíamos que sólo podría irnos bien en la hora de dibujo o en la de música, pero ahí fue donde, salvo unos pocos, casi todos nos dimos cuenta que dibujábamos para el tuje y desafinábamos como pocos.

Porque el arte, nos fue contando la vida, es solo para esos locos excéntricos que vienen de familias ricas. O para los bohemios que quieren morirse de hambre. Y a mi no me lo dijeron mis viejos, me parece, pero llega por ósmosis social. A nadie se le ocurre ser artista, porque económicamente la cosa se puede poner peluda en el futuro.

Y así es como se genera un mundo lleno de banqueros, financistas, políticos, ingenieros, abogados, matemáticos, psicólogos o las demás profesiones que nombraba ese ladrillazo de guía del estudiante que veíamos en el momento del salto.

Y si bien agradezco que haya médicos, arquitectos, docentes y muchas otras profesiones, pienso en lo irónico que es que lo único que sabíamos hacer fue lo que nos machacaron que hacíamos mal, que no habíamos nacido con el don, que nos moriríamos de hambre y que jamás podríamos alimentar una familia.

Y así fue como dejamos de cantar. Así fue como la heladera de casa se quedó sin dibujos, como mis viejos cuadernos fueron perdiendo color y se transformaron en letras, números y signos.

\”Pero me gusta lo que hago\”, me dicen casi todos y sí, lo sé. Mi viejo dice que podés hacer lo que te gusta o puede gustarte lo que hacés. Y lo entiendo. Porque la costumbre agrada. Soy de la idea de que cualquier cosa que hagas o comas o lo que sea por veinte días va a terminar gustándote o vas a terminar acostumbrándote.

Sin embargo, cuando analizo cómo puede ser que en vez de desarrollar lo que nos gustaba y hacíamos naturalmente, tuvimos que estudiar millón de años y aprender jeroglíficos para transformarnos en algo que… claro, que la sociedad necesitaba. Pero no nosotros, necesariamente.

Y no me importa el pasado, mi pasado ya pasó y el de mi hija se está haciendo cada día, pero ya no tengo voz en él. Sin embargo, si quiero comprender mi presente y me gusta compartirlo por si resuena.

Luego de un año meditando, caminando en el bosque, meditando junto a un río, al pie de los árboles o en las piedras. Luego de muchos años comiendo comida más natural y viviendo en un entorno natural, diría que logré enraizar mucho mejor dibujando, pintando o fotografiando. Logré calmar mi mente cantando o descargarme bailando.

Y hoy, me decían, que el arte no es para excéntricos ni niños ricos, el arte es lo que nos conecta con Gaia, con la tierra, lo que nos enraíza, lo que nos permite descargar y transmutar nuestras oscuridades para que la tierra las transforme.

Y me pareció entender que el gran problema del arte es que creemos que tiene que gustarle a los otros y no, no, los otros pueden no verlo, los otros pueden no saber que existe ya que el arte no es para otros sino para uno, fundamentalmente para uno. El arte es aquello que hacés para expresarte, para limpiarte, para crearte, para expandirte, para brillar.

Y para los que no tienen tiempo, es importante que le metan un cacho de arte al día, como dibujo, como escritura, como música, como lo que sea. ¿Querés pintar mandalas? Dale. Sacar fotos? tocar el tambor, usar la mesa de batería?

Cómo puede ser que todavía sigamos creyendo que para pintar debamos hacer cursos? Si asistir a un taller te ayuda en tus primeros pasos, buenísimo, pero luego es tu conexión con tu alma y tu arte lo que vale. Si lo hacés para otros ya no funciona. Y lo sé porque me prostituí muchas veces con mi fotografía. Muchas veces dejé de hacer lo que sentía y fotografié pensando en el público logrando, obviamente, fotografías vacías.

El que quiera que lo abracen, lo aplaudan y gustarle a otros, que se consiga una abuelita. Primero eso. Luego, que sepa que lo importante es que te abracen o aplaudan por lo que sos, no por ser como los otros quieren que seas. Que para eso ya está esta extraña reunión de seres que somos y que nos dijo que ser proctólogo era buena idea.

Hace rato vengo escuchando que el mundo necesita más arte. Y creí que tenía que redoblar mis horas de laburo para poder crear más y generar más. Pero no, no era así.

El mundo necesita más arte de cada una de las personas que lo habitan. Necesitamos que cada uno de ustedes, los que leen, se expresen, se expandan, que expectoren su interior para embellecer un poco más este hermoso planeta.

Sólo les pido eso hoy.

Que bailen, que canten, que escriban.
Que dibujen, que pinten, que fotografíen.
Que esculpan, que graben, que tallen.
Que sean lo que vinieron a ser.

Los abrazo.


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