El tema de las redes sociales y esto es algo que pasa con muchos de nosotros, por momentos se pone intenso, como molesto, diría. ¿Por qué? Posiblemente porque somos de otra generación, una generación que no nació con esto ni creció con esto, todo este asunto de redes y la web llegó cuando ya éramos grandecitos.

Y si bien algunos de nosotros, al trabajar con comunicación y computadoras, pudimos engancharnos rápidamente en todo esto y aprendimos a usar esta tecnología para laburar, al llegar el celular y las redes sociales, la cosa empezó a confundirse.

Lo que de entrada creímos que sería la apertura infinita de posibilidades, de golpe se convirtió, también en una extraña esclavitud. Si, creo que soy un poquitín exagerado en todo esto, pero así es como lo vivimos muchos. El otro día, hablando con mi prima sentía esto, y hablando con otros amigos también.

Muchos de nosotros publicamos para vivir, para vender, para expresarnos. Publicamos para mostrar, para enseñar, para promocionarnos. Algunos publican para no sentirse tan solos, otros porque necesitan ánimos y algunos más porque necesitan una mano. Incluso, veo gente que publica porque necesita sentirse queridos o para contarles al mundo que extrañan muchísimo a alguien.

Y todo esto me lleva muchas veces a pensar por qué lo hago. Por qué a veces muero de ganas de escribir algo, de mostrarles una foto o un dibujo y otras, lo hago sólo porque me siento obligado, siento que si no lo hago me desdibujaré en los algoritmos de Google o de Facebook y desapareceré. Y, en alguna medida, aunque publique es así y será así. Por eso no entiendo muy bien de qué la vamos o si es esto lo que realmente elegimos.

Que estas redes son negocios, lo sabemos todos. Y que en este negocio hay algunos que participan aportando y otros extrayendo, también lo sabemos. Somos marionetas de algo más grande con un costo que, muchas veces, no tenemos problemas de pagar.

Y yo siento que hoy, sábado, con un gato en mi pecho que casi no me deja ver lo que escribo y en uno de esos días de otoño donde pocas cosas son más bellas que estar tirado en la hamaca paraguaya escribiendo, pienso ¿por qué?, ¿para qué? ¿Vale la pena? ¿Tengo ganas? ¿Es realmente este mi juego? ¿O estoy creyendo que puedo seguir siendo alguien que está al día en todo esto, que los años no pasaron, que no soy de la época de la pelota de trapo, de los carritos de rulemanes, de escuchar a Badía al acostarme?

Pensaba esto, recién, cuando me pregunté si quería escribir o no y, sobre todo, cuando le pregunté a mi ser por qué debía escribir. Mi pensamiento rumiante bajó estos días, se apagó y me encanta que sea así. Le pregunté a ese ser que a veces responde si tenía que escribir igual, si eso no haría que esté más en la mente y de qué podría escribir, en estos días en que siento que todo es posible y, por lo tanto, todo imposible.

Y, como siempre, me dijo que haya vida después de la muerte o no, haya reencarnación o no, esto sea una forma de comunicarme buena o sólo mueva publicidad ajena en beneficio de otros, aunque los gurúes sean charlatanes y los charlatanes gurúes, mi camino es el mismo. Sea como sea, no haré otra cosa más que intentar construir, amar y unir.

No importa para donde bandee el mundo, sólo estoy seguro de que necesita más amor, mucho más amor y necesita mucha más unión. Todo lo que separe, creo, va por el camino errado. Nada que separe construye, así que me toca unir, me toca ser, como tantos otros, ese nexo que junta ideas, mundos, personas o lo que sea que junte. Me tocó ser quien traduzca ciertos lenguajes, ciertas sensaciones y ponga imágenes y letras en todo eso que pasa por mi ser chiquito. Y sé que hay muchos que hacen esto mucho mejor que yo, que son mucho más grandes, conocidos y claros al hablar, y los aplaudo y me gustaría dejar que lo hagan ellos y yo dedicarme a otra cosa pero mi Géminis no me deja callarme y mi ser tampoco. Así que por eso estoy acá, tratando de contarles que la cosa es más simple de lo que parece.

Se necesita amor, para que el mundo camine.
Y el amor no separa. Sino que une.
Y estas redes suciales tienden a separar. Así que nos toca a nosotros aprovecharlas para unir.
Pero, y esto es lo importante, sin separarnos de nosotros por hacerlo, sin separarnos de lo que sentimos.

Y si, sé que he escrito de esto muchas veces, pero siento que el mensaje no termina de llegar. Y necesito repetirlo. Repetírmelo.

Los abrazo.


Comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *