Acabo de encontrar esta foto que me encanta dentro de mi propio archivo de imágenes. Estoy revisándolo a propósito para ver qué sorpresas tiene para mi en estos días.

Porque suponía que me acordaba de todas las fotografías que había tomado durante esta etapa de mi vida que, podría decir, empezó en mayo de 2006. Como para que se den una idea, les cuento que mi archivo tiene unas 44.000 fotografías que fueron las que quedaron de un total aproximado de 120.000 tomas. Pero no, no me acuerdo de cada una. La realidad es que, al ver cada foto, me acuerdo perfectamente del lugar, del momento y casi siempre de la historia alrededor de esa imagen. Pero las imágenes en sí, se borran de mi mente al tiempo. Por eso me gusta, en estos momentos en que los cielos son más aburridos, los días muy calurosos o en los que no puedo salir a buscar nuevas fotos, mirar un poco.

Y este año, vaya uno a saber por qué, quise hacer lo mismo con los textos. Porque descubrí que con ellos pasa lo mismo. Escribo tanto y salen tantas ideas en las mañanas que lentamente pasan a segundo plano y quedan por ahí, escondiditas, hasta que en un futuro, al surgir la misma idea me da la sensación de que eso ya lo pensé.

No, no tengo buena memoria. Tengo demasiados pensamientos como para acordármelos todos. Y muchos son excelentes para olvidar, además.

Pero así como aparecen perlas en mis archivos fotográficos, también las hay en los escritos y en los pensamientos. Y en ellos, me doy cuenta que tengo millón de momentos vividos que fueron increíbles, que jamás imaginaría que podría olvidar pero que, rodeados de momentos aún mejores quedaron opacados y pasaron a segundo plano. Como pasó con esta fotografía. No es que fuera mala, es que estaba entre mejores y, en ese momento, no valió la pena retocar. O, quizás, no tenía la madurez visual para elegirla. O para retocarla. Quién sabe.

Lo mismo sucede con las vivencias, los pensamientos, las ideas. A veces vienen antes de su tiempo o transcurren en momentos demasiado fuertes y pasan desapercibidas.

Por eso me gusta escribir. Por eso me gusta registrar lo que va pasando. Por eso me gusta llevar un diario desprolijo y repleto de agujeros. Porque cuando me encuentro con algún \”deja vu\” registrado anteriormente, me doy cuenta que la vida no es más que un juego que nos da la misma mano una y otra vez hasta que la vemos, nos sorprendemos y la agarramos como si fuera la primera vez.

Tengo mucho más de todo esto y muchos ejemplos divertidos también, pero creo que ya se entendió.

Hurgá en tu historia y te darás cuenta que todo lo que te está pasando ya te sucedió antes. Quizás con otro nombre, otra cara u otra luz. Quizás en aquel momento lo entendiste pero luego te lo olvidaste o simplemente lo dejaste pasar porque no era el momento.

Mirá tu presente y verás que no podés repetir algo que sí viviste conscientemente, que aprovechaste en el momento o que sufriste. Ya no puedo volver a tomar esta foto porque ya lo hice aquella vez, hace muchos años y en ese momento. Si volviera sería otra experiencia, ya que esa la viví, la disfruté y la registré. No tiene sentido volver.

Como no tuvo sentido volver a peregrinar a Santiago, aunque fue una de las experiencias más importantes y enriquecedora de mi vida y que me hubiera encantado repetir cada año. Pero si no se dio fue porque ya había cumplido su objetivo.

Resumo.
Lo que viene es porque tiene algún mensaje para darnos.
Lo que no se da es porque no es el momento o porque ya lo vivimos.

Los abrazo.


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