Últimamente estoy con la conciencia en el fluir o, más bien, en el no fluir. Hay algo que me hace retener de más y no logro encontrar la punta del ovillo.
Y hoy, hablando mis musas me decían que lo que tengo que largar es el control. Dejar de intentar controlar todo. Y no es novedad, sé que debo hacer eso. Así que ahí está la punta del ovillo. Pero por qué uno no puede dejar que el mundo fluya y ya?? No es más simple? Más fácil? Creo que, en gran parte, es la falta de fe. No creer que el mundo solo puede arreglarse y llevar tu vida. O el universo, creas en lo que creas. Porque en alguna medida sabés que viniste a hacer algo y da miedo no cumplir el mandato, la misión, el que me pase de largo cuan bondi y yo no me de cuenta porque estaba mirando el kiosco de diarios. Y como no sé cuál es el colectivo correcto, intento subirme a todos, participar en todos, estar en todos. Eso es intentar controlar. No confiar en que el bondi parará igual, levante mi mano o no.
Y siguiendo un poco más con este paralelismo patético, si el colectivo va a pasar igual y parará porque se le canta, es que no soy tan importante sino uno más. Pero ojo, tampoco uno más cualquiera, porque, y me voy al otro lado del péndulo, ¿qué pasaría si yo no hubiera existido? Y aunque no parezca muchas cosas hubieran sido diferentes. La mente intenta reemplazarte con otro ser en vez de vos, mi juego es que no la dejes. Pensá, ¿cuán diferente hubiera sido el mundo si vos no hubieras existido? Por un lado tu descendencia desaparece. Cambia el orden en los hermanos. Algunas personas no hubieran tenido pareja. Hubiera habido un libro menos, muchos escritos menos, no hubiera habido fotos, guías, risas o quejas en mi caso. Nadie te hubiera extrañado porque no exististe, pero fijate que, jugando con esto, te das cuenta que si donde estás vos hacés un agujerito y te desaparecés, detrás tuyo queda una pequeña estela de vacío.
La veo como una raya. Como una rasgadura en el papel, como si hubiera clavado un lapiz 6H, bien duro, y apretando fuerte me fuera para abajo en la hoja. Un pedazo de papel se cortaría y una línea desaparecería.
Entonces, puede que no seamos muy importantes, más bien, somos como un honguito más entre los millones de honguitos, pero somos, y ya con eso basta para hacer nuestra parte.
Y, al pensar en partes y en pequeños seres, comprendí que todo, pero todo, tiene un sentido. Y no hablo del perro, el gato o la zanahoria, comprendí que incluso la palabra es algo. Lo que vino a mi mente fue la palabra “nada”: La nada no es algo pensé. Y al toque me di cuenta que la nada es exactamente eso, la nada. Irónico, tonto, no sé. Podría decir que, lo más físico que llego a la “nada” son las cuatro letras de su nombre. Por ende, las cuatro letras son algo. Joder. ¿Se dan cuenta lo que son mis mañanas? Si, las letras generan palabras, las palabras ideas y las ideas sensaciones, pensamientos, creencias y mundos imaginarios de todo tipo. ¿que no? Si escribo la palabra “muerte”, a vos te pasa algo. O si digo “amor” o “flor” también y no es lo mismo. Las palabras, en alguna medida, son seres que también tienen su lugar en nuestra vida y, por ende, en el universo.
Y, ya intentando terminar con esta hippada, mientras escribía y pensaba todo esto, me llegó el sonido de una flauta. Y quise imaginar la cara del músico mientras tocaba y no pude. Intenté adivinar qué tipo de flauta era y tampoco. Lo único cierto era el aire que pasaba a través del instrumento generando ondas que me llegaban como música, pero no quien la interpretaba ni la flauta en sí.
Y, al comprender que un aire que pasó por dentro de una flauta andá a saber hace cuánto estaba generándome emociones, me di cuenta que por más que juegue a controlar algo, no tengo la más mínima idea del juego en el que estoy participando.
Agacho mi cabeza y la entrego.
Intentaré fluir. Ser espectador de lo que me toca. Me acompañás?
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