La costumbre de no resonar.

Cuando cierta idea no me convence o no me gusta, lo que suelo hacer inconscientemente no es aceptarla, sino cambiar de interlocutor a ver si lo que tiene que decir otro al respecto me gusta un poco más. Y así voy pasando por unos cuantos hasta comprender que me guste o no la cosa debe ser así o, por lo contrario, que hay opiniones divididas o que aquella primera opinión no era la certera.

Lo hacemos con los médicos ante casos graves, lo hacemos con noticieros, con música, con emisoras de radio o de televisión, lo hacemos con amigos, conocidos y compañeros de trabajo, lo hacemos con familiares incluso. Lo hacemos con productos del supermercado, con ciertas verduras y con casi todo en la vida. Constantemente voy testeando y viendo si coincide con mi forma de pensamiento o no, siempre intentando estar abierto a sentir que, aunque no lo haga, hay algo interesante en esa opinión y debo seguir investigando.

Esto nos lleva, muchas veces a “casarnos” con alguien, con algo, con una marca, con un producto, con una idea, con un partido, con un equipo.

Y, como todo casamiento, la luna de miel es ideal, cada vez que habla esa persona siento que saca las palabras de mi mente, el producto elegido tiene ese sabor justo o la radio pasa mi música favorita. Ahí anclamos. Y les somos fieles.

Hasta acá, todo bien.

El problema es cuando, pasado cierto tiempo, siento que ese gusto ya no es el mismo, que el programa matutino dice alguna cosa con las que no concuerdo o que, y me gusta más expresarlo de este modo, no me resuena, algo así como sentir en mi interior que algo no está bien a pesar que mi mente afirme que sí lo está.

Y al principio es una sensación que viene y va, luego ya empieza a sentirse raro, pero como con el gusto, sin querer llevar el ejemplo a lugares absurdos, uno puede acostumbrarse y, aquel sabor, que ya no era el mismo, es parecido y me acostumbro rápidamente y así. En realidad cambió terriblemente, pero lo hizo tan lentamente que casi no nos dimos cuenta. Eso hace que sigamos con las mismas costumbres y siguiendo los mismos caminos de hace mucho tiempo a pesar de no ser los mismos (ni ellos ni nosotros) que cuando empezó la relación.

La primera posibilidad, como dije, es adaptarse y seguir. Es la típica, la más simple, la menos conflictiva. El “mal menor”, el “peor es nada”, “todo tiempo pasado fue mejor”, “toda mi vida fue así”.

Otra alternativa es ir cuerneándolos (serles infiel) de a poco, ir probando otra salsa, otra emisora, otra marca de auto, ver qué pasa si almuerzo con agua y no con soda (je, hoy estoy con el viejazo y me divierten estos ejemplos de la época de ñaupa, parece). Y de pronto me doy cuenta que comiendo carne dos veces a la semana estoy mejor que con el churrasco diario, así que calladito y sin que los amigos se enteren me voy pasando, voy largando ese noticiero recontra obsesivo y me paso al otro que es un poco más suave o, un ejemplo típico de mi profesión, voy abandonando Canon o Nikon e invsestigo que pasa con Sony o Fuji.

Es lo mismo. En todos los órdenes de la vida. Ese cuerneo termina en un cambio total y un nuevo casamiento. Y ese nuevo casamiento vuelve a empezar la cosa.

Así es nuestra vida, un continuo mar de elecciones, de alternativas, de direcciones. Y son tantas, que muchas las hacemos automáticamente o simplemente seguimos derecho, mientras pensamos para dónde vamos a ir, agarramos por tradición, por costumbre y de esa manera la vida es más tranquila, menos intensa, pero a la vez más aburrida en ciertos momentos o, peor aún, va dejando de tener sentido.

Todo esto lo saben los medios de comunicación, también lo supieron tus profesores, tus padres, tu gobierno y los dueños de las empresas que te venden sus productos, saben lo que significa lograr que te pongas la camiseta de la manzanita, de la defensa de derechos humanos, del salvar a la ballena verde enana del mar interior del hemisferio medio, de los subtes de tu ciudad o del café para llevar que comprás antes de entrar al trabajo.

Para eso son las películas y las series, para mostrarnos cómo debería ser nuestra vida, cómo podría ser nuestra vida y qué podríamos alcanzar en nuestra vida. Para eso son los noticieros, para decirnos qué deberíamos evitar en nuestra vida, dónde no querríamos estar.

Pero la realidad es que es uno el que se levanta dormido a la mañana, intentando sonreirle al universo mientras se ducha, se toma un café a las apuradas, se encorceta en una prenda molesta, se empuja y mete en un transporte que tiene energía más baja que la usina de Puelo, llega a un trabajo que no le interesa, pasa el día ahí, almuerza algo rápido total…, al terminar la jornada se encierra de nuevo y vuelve a casa para terminar el día y poder empezar mañana otra vez con todo eso. O, si lo adapto a la pandemia, es la misma sensación pero sin el traslado.

Como siempre, les propongo elegir su día. Romper paradigmas. Intentar escuchar qué sentís, qué te resuena y qué no. Aunque seas jubilado y no trabajes, aunque aún no vayas a laburar, aunque estés en tu casa de vacaciones. ¿Seguís sintiendo que lo que querés a la mañana es un café con leche con dos tostadas con mermelada de membrillo La Campagnola? ¿O ésto hace rato ya te aburrió y preferirías otra cosa?

¿Realmente tenés ganas de prender la radio y escuchar todo eso que llaman realidad? ¿Te hace bien? Si es así, buenísimo. Pero preguntátelo.
Verás que hay muchas cosas que ya no te convencen. Algunas será fácil cambiarlas. Otras serán más difíciles porque siempre opinaste o fuiste defensor de la idea anterior. Y algunas, las “más importantes” serán más complicadas aún. Pero todo puede modificarse, todo puede mejorarse.

Es más, me atrevería a decirte que para eso vinimos.

¿Qué nos traba? Eso lo dejo para la próxima entrada.


Comentarios

  1. Hola Leo!!! Gracias por el resonar y el no resonar.
    Ojalá me resuenen mas días de diseño propio y menos días ya diseñados.

  2. Vero Peredo Avatar
    Vero Peredo

    Que placer leerte y saber que aunque lejos y casi sin vinculo entre nosotros seguís siendo tan vos, tan mi amigo, me seguís resonando. Las diferencias entre mi amigo entrañable de la juventud y vos es que creciste tanto, tanto evolucionaste, que placer saberte un cincuentón sabio aunque eso iba a ser lo normal, dificil embrutecer a alguien como vos. No quiero dejar de transmitirte lo que pienso, creo que cambiamos y la aceptación de ese cambio es lo que permite la no resonancia y un nuevo ciclo de resonancias quizás con otras expectativas por ya saber que no hay nada permanente, nada eterno, nada constante y eso es la naturaleza de casi todo en la vida.

    1. Gracias Vero!
      Lindo leerte. Cada día estoy más convencido que somos lo que éramos, salvo durante ese gran lapso intermedio en que nos perdimos intentando ser lo que nos decían durante años que debíamos ser para poder pertenecer a la manada. Nos conocemos desde antes de eso y nos encontramos después del resto.
      Salud amiga. Y que tengas un año que sea como quiera ser.

  3. Alberto Avatar

    Lo primero me pareció que resonar se trataba de razonar. Un error? Raro!
    Luego entendí. Lo estoy pensando! Duro pero interesante. Veré qué se puede hacer.

  4. Martín Avatar

    Mmmm… me parece que estás por salir del armario y nos estás preparando…
    ¡Abrazo, Leo! ¡Yo te banco! =D

    1. Esaaa!!! gracias. abrazo

  5. Martín Avatar

    ¡Ah! Y el dibujo, hermoso como siempre, me hizo acordar a Padua.

  6. Cristina Avatar
    Cristina

    Bellas reflexiones, Leo. Gracias por compartirlas!

    1. Gracias a vos por tomarte el tiempo de leerlas!

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