El viernes pasado me invitaron a una inauguración de una muestra de fotos en Lago Puelo. Era de David Imperiale en conmemoración de 50 años con el arte fotográfico.
David es un fotógrafo premiado en más de 200 de concursos, logrando la designación de Excelencia (EFIAP) por la Federation International L’art photographique, una distinción que pocos han logrado en nuestro país.
Bien, como les contaba, viernes, noche, día de laburo intenso, las posibilidades de terminar a las 20.30 la corrección de las nuevas guías se esfuma y dan las nueve, las nueve y media… Logro salir a las diez menos veinte de la noche, para asistir a una inauguración que había sido a las nueve. Horrible. Llamo. Están. Me esperan. No para inaugurar, sino para que de la cara.
Llego a Lago Puelo a las diez de la noche, con una mezcla de acelere y cansancio imposible de describir. Saludo a los conocidos y rápidamente voy a buscar a David para felicitarlo. Lo encuentro, le explico, me pide que aguante un segundo y se va. Se acerca al micrófono y me llama, me pide que vaya con él. Joder. ¿Qué pasa acá?
El resto es confuso. Luego de recordar su larga carrera como jurado de concursos y de sus años ganando premios, empezó a afirmar que yo era un verdadero artista con la fotografía, por las obras donde podía apreciar lo que yo creaba, composiciones y no recuerdo mucho más. Quedé azorado. David no es de los tipos que tiran elogios al pedo. Tampoco de los que te van a decir que algo le gusta si no es así. Y de golpe, en SU inauguración, se manda una charla de cinco minutos hablando de mi arte. Al terminar, me pide que diga unas palabras. “Perdón por llegar tarde. Y gracias.”, eso fue todo lo que logré sacar.
Esta entrada, es una de las mil respuestas o las mil cosas que podría haber dicho ante un micrófono, ante los invitados de David.
“David Imperiale, es el único fotógrafo de la Comarca Andina por el que me saco el sombrero. Habiendo cenado en su casa muchísimas veces, he tenido oportunidad de disfrutar de sus mejores obras, sus “más o menos” y sus bocetos. He visto obras que ganaron salones internacionales y otras que ganaron concursos de fotoclub y todas, absolutamente todas, tienen algo especial. Soberanamente especial.
“Estoy terminando un año de búsqueda, un año en el que intenté encontrarle la vuelta a mi fotografía, a mi mensaje, a mi escritura. Es tanto pero tanto el ruido de las redes sociales, que por momentos uno siente que tiene que gritar más fuerte, fotografiar más osado, publicar más seguido, imprimir más grande o pagar para figurar… Lo pensé, lo charlé, lo medité. Pero en mi caso no hice nada de esto sino todo lo contrario, me callé. Fue mi reacción más sana. No sé si la correcta.
“Porque a pesar de que hoy se vea tanta pero tanta fotografía, me cuesta encontrar arte en ella. Que haya mucha fotografía no significa que haya mucho arte, ni mensaje, ni intención, simplemente hay muchas imágenes. Y es ahí donde ver la obra de David te habla de tiempo pasado, no porque la mayoría hayan sido fotografiadas años atrás, sino porque hablan de una época donde el fotógrafo se tomaba el tiempo necesario y pensaba en la intención, esperaba la luz, el momento exacto, el balance perfecto. Luego esperaba a revelar, a revisar los negativos y no copiaba todos y los largaba al mundo, no, con suerte salía uno por rollo que justificaba la copia. Y así y todo, no siempre terminaba de salir del cajón. Por eso, cuando finalmente veían la luz, esas fotos eran fotos. David es de esos. De ese tiempo.
“Y que uno de ellos diga que le encanta mi arte, luego de un año en el que estoy más cerca de tirar la toalla que de seguir, sorprende, se agradece y se toma.
“Gracias David. Por tus palabras. Por tu sorpresa. Por devolverle un poco de sentido a todo esto.”
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