La semana pasada logré salir durante la nevada para ver si me pintaba alguna linda fotografía. Pero a diferencia de las otras veces que salgo a dar la vuelta al perro (como suelo llamar a la caminata que hago casi todos los días para ejercitar un poco), esta vez cargaba más ropa que equipo: campera gruesa, mitones (que me dejan sacar la parte de los dedos al aire para fotear y que luego vuelvo a guardar), gorro, cuello polar y lo que fuera necesario para no morirme de frío ya que la caminata sería más lenta y pararía mucho más. Y así fue, me mantuve abrigado, pero fue terriblemente incómodo para fotografiar.
Pero como siempre digo: la calidad de las fotografías finales suele ser inversamente proporcional a lo apacible del clima. Es decir, cuanto peor está el clima afuera, viento, nieve, nieblas, lluvias, más interesantes serán las fotografías resultantes o, al menos, los intentos.
Y lo vuelvo a traducir una vez más: cuanto peor lo paso en el momento mejores son los resultados que obtengo. Pero ya no hablo solo de fotografía, ¿les suena a algo conocido?
El crecimiento sale en gran parte de las trabas. No suelo crecer, aprender y evolucionar cuando estoy en paz, tranquilo y feliz. En esos momentos descanso, sano mis heridas y me repongo, sabiendo que ya llegará una nueva batalla donde tenga que aprender algo nuevo.
No escapemos a lo malo sino que mejor aprendamos a lidiar con eso, a entender por qué viene o, aunque muchas veces no lo logremos, a aceptarlo. Por algo llegó. Algo nos quiere decir.
Y sea lo que sea, agradezcamos no solo por que haya venido, sino porque sabemos que como todo, también pasará.
Los abrazo.
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