Por un momento pensé: debería escribir una entrada… Varias veces escribí bocetos que no llegaron al blog, ya sea por aburridos (me aburrí yo mismo), por repetitivos (eran cosas que ya dije una u otra vez) o por creer que no tenía sentido publicarlos (algo típico mío, vio?).
Y no juro que hoy no pase lo mismo, pero bueno, si están leyendo esto, es porque finalmente logré salir un poquito de la cueva en que estuve todo el invierno.
Leía, recién, un libro que habla de diarios personales o diarios de viajeros, y quedé absolutamente asombrado con la creatividad que hay en este mundo, también con la variedad de miradas, de formas de expresarse, de cómo representar ideas, de técnicas para hacerlo… Un diario, un simple diario, mi querido diario o el salvaje y heroico diario de viaje o el catártico diario matutino, es lo mismo en alguna medida, pero increíblemente diferente al verlos y estudiarlos un poco.
Pero no era el punto meterme con el tema de los diarios, ya que puede interesarme a mi y no sé si a alguien más en esta sala, por ende me dirijo hacia el otro punto: el mundo, el gran mundo, ese mundo que la tecnología juntó y que permite que yo vea, en mi pequeña y autoconstruida hamaca paraguaya colgada en un pequeño ambiente en una casa en el culo del mundo, trabajos, ideas, sueños y sentimientos de seres tan dispersos como lugares hay. Y noto que mi educación, mi tradición, no sé, mi crianza, no era para tener en cuenta un mundo tan grande, tan lleno de gente, tan, no sé, tan.
Entiendo que podía comprender mi barrio, la gente y el estilo de mi barrio, quizás darme una idea de los barrios vecinos y, en algunas actividades, posiblemente competir con los equipos del resto de la capital federal y algunos del conurbano. Podía salir un finde a un bar de mi barrio o un boliche de la capital y como mucho de la provincia. Y no conocía más no sabía de más, salvo lo que un amigo de mi amigo me había contado de una discoteca en Ibiza cuando fue hace tantos años.
O podía estudiar en la facultad y conocer un diseñador recontragrosso de Minessota, otro de Canadá y alguno de California, un estudio de ingleses que la parte y un japonés loco con una capacidad extraordinaria en dibujar líneas y generar ideas. Y así diez más. O veinte.
Ahora leo un libro que tiene diarios, simples diarios y encontré veinte genios, bestias, iluminados, ahí en un mismo libro, y si miro la web veo cientos y si busco fotógrafos miles o escritores ni te cuento… Si leo un libro de cocina me habla del tipo de fermentaciones que hacen en el Noma restaurante que, como no tengo idea qué es lo busco y dice simplemente que es uno de los mejores del mundo, nada más. Del mundo. No de Argentina ni de Baires, menos de El Bolsón. Y no sé qué hacer con eso. Yo, que casi no consigo una milanesa digna en esta Comarca andina. Ni hablar de buscar un algo con un toque de umami.
A eso me refiero con que no fui criado para esto, no puedo ver un mundo tan amplio con la liviandad de si, en Vietnam es así, esta comida es como en Grecia, mis zapatillas son tailandesas, compito con mi fotografía con un chino y veo series eslovacas. Joder. Quiero volver al micro mundo donde entiendo casi todo y lo de afuera lo toco de costado, estoy enterado y listo.
Y, si hablo de micromundo, aprovecho para mostrarles un par de fotos de mi último viaje a Baires. Me despaché, caminé por el barrio de al lado y estuve conociéndolo o más bien, reconociéndolo. De al lado del mío, del que me crié hace más de medio siglo. Imagino que si algún día me amigo con las publicaciones les mostraré algo que empecé a hacer allá, pero que todavía siento que está muy verde.
por Leo F. Ridano en Leo F. Ridano https://ift.tt/2ELlFGW
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