Tantos años pasaron desde que vivo en la región que la forma de ver el mundo cambió mucho más de lo que imaginaba.
Lo diferente se hace cotidiano, aunque siempre intenté que el paisaje me siguiera asombrando como cuando venía de turista. Siempre sentí que sería un requisito fundamental para mi fotografía. Pero lo que no me imaginé fue que me costara tanto comprender cómo viven la vida otros, cómo ven el mundo los otros, sobre todo las personas del lugar donde vivía antes.
Esa adaptación que hace uno y que, con los años, va haciéndose carne y parte, hace que el juego a dos puntas se vaya perdiendo. Y muchas veces me encuentro preguntándome cómo se puede vivir o, más bien, cómo he logrado vivir tanto tiempo en la gran ciudad.
Ojo, no es para que nadie se sienta mal ni se justifique ni ataque ni nada, lo pienso desde el lugar de asombro, al notar que vivimos mucho mucho, pero muchísimo tiempo dormidos a lo que somos como biología, a lo que somos como el ser que da vida al envase que habitamos.
Cuando vivía allá, creía que disfrutaba las vacaciones porque no tenía que ir a trabajar, pero no, ahora comprendo que las disfrutaba porque entraba en contacto con mi verdadera esencia, al conectar a tierra, al no tener que rendir pleitesía a las normas o no tener que rebelarme ante ellas, al poder sonreir, disfrutar, probar cosas nuevas… Nadie me conocía, podía ser yo!!!
No es patético?
Los abrazo fuerte.
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