Había ido dos veces a Piedra Parada antes de la tercera vez que fue ayer. Y me encantó que esta tercera vez fuera absolutamente diferente a las otras dos anteriores, a pesar que las otras veces fue hermoso también.
La primera vez fuimos con un grupo de fotógrafos. La fotografiamos de todos lados, dimos la vuelta, la vimos desde diferentes puntos de vista y recorrimos toda la zona. Fue bellísimo e impresionante.
La segunda fui con la familia y amigos. Nos quedamos a dormir frente a ella. Recorrimos todo el lugar nuevamente, un poco más a fondo en algunos casos. Y, nuevamente, fue bellísimo e impresionante.
La tercera, ayer, fui también con amigos y con mi chica. Pero el objetivo era otro diferente, era entenderla desde otro punto, desde la energía, desde el salir a la estepa a cambiar de aire, desde el entrar en contacto con otros elementos que acá faltan… algo completamente diferente a las otras veces.
Y durante lo poco que recorrimos bajé el equipo del auto pero no lo usé, simplemente caminé, mucho menos que otras veces, y escuché lo que tenían mis compañeros para decir. Y volví repleto de ideas, sensaciones y visiones nuevas. Y de golpe lo que la otra vez me alucinó esta vez no lo fue tanto y la piedra que siempre impresiona visualmente cobró vida de otra forma, como imán, como presencia, no sé cómo describirlo.
¿Hay algo nuevo? No, siempre que fui pasó lo mismo, pero en la primera se justificó como fotografía y en la segunda se disfrutó como experiencia por la compañía. Es decir. El lugar siempre tuvo la misma fuerza y presencia, pero cómo lo leí fue diferente.
¿Es importante? ¿Hay alguna de las tres formas de haber vivido la la experiencia que fuera la verdadera?
Esto me lleva a repensar mis experiencias desde otro punto. Todos sabemos en teoría que todo es energía: los lugares, las seres vivos, las cosas, todo. Pero ¿sabemos realmente donde cargamos energía? ¿Dónde descargamos? ¿Puede que lo que nos hace felices en las vacaciones no son las vacaciones en sí sino el mar, la montaña, el contacto con la naturaleza o la energía de estar en medio de tal o cual ciudad porque tiene una energía que nos favorece? ¿Puede que el tedio de tu diario vivir no sea el mismo laburo monótono sino el viaje de ida en un medio de transporte con una multitud que te hace mal, que te consume la energía? ¿Alguna vez viste todo esto desde esa visión?
Solemos quedarnos en lo obvio, lo tangible, lo visible. Me gusta este bar y vengo aquí y punto. ¿No podría ser que en realidad me gusta este bar por la energía que tiene que hace que me sienta cómodo, recargado, tranquilo, relajado?
Por ejemplo, hay un bar en El Bolsón que sirve comida muy rica, está muy bien decorado y va mucha gente. Yo he ido, me gusta la comida, el café no está mal, está todo bien aparentemente, salvo que no me dan ganas de ir, siempre intento buscar otro antes de ir ahí. ¿Por qué? No lo sabía hasta hoy. Pero ahora comprendo que hay algo en su energía que no es compatible con la mía. Puede ser la del negocio en sí o la de la calle esa o lo que fuera, no lo sé. Pero decididamente no me llega.
¿Me explico? ¿Qué cosas te hacen bien? ¿Qué lugares te hacen sentir vivo, energizado? ¿Qué ropa te pone de buen humor? ¿Qué música te levanta? ¿Qué alimento te deja, rato más tarde, sintiéndote bien, liviano, nutrido contento? ¿Qué compañías te enriquecen?
Vuelvo al principio. Siempre hablamos de buena o mala vibra, de energías, pero siento que la gran mayoría de nosotros no tenemos la más mínima idea de qué estamos hablando.
Y creo que va siendo hora de que empecemos a estar un poco más atentos a todo eso. Y, no solo atentos, sino que escuchemos lo que las sensaciones nos dicen.
Los abrazo.
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