Ayer preferí escribir qué cosas me gustaría dejar atrás y que queden en el 2022. Por eso, esta mañana, investigaba en mi alma, qué era lo que tenía ganas de incorporar este nuevo año.
Entre lo que escribí una era la \”Creatividad\”. Y con eso me refería a mi arte o, más bien, todo lo que hago intentando interpretar y mostrar el extraño mundo que transcurre en torbellinos en mi interior.
Comprendí que mi fotografía siempre vira a lo real, a lo tangible, lo identificable. Quizás porque me rodeé de científicos que ven más fácilmente un mundo real que uno imaginario o, posiblemente, porque escucho más al cliente o al receptor de la fotografía (que serían los de ustedes que están aquí por la imagine) antes que verme a mi, al emisor. Muchas veces, cuando salgo de lo real o cuando muestro cosas que sé que no son tan populares, cambia también la recepción del texto. A pesar que, muchas veces, no están tan relacionados entre si (imagen y texto) como me gustaría.
Entonces, por no perder audiencia, subo imágenes que me gustan pero que muchas veces no son las que subiría si me escuchara. O, cuando voy caminando, fotografío las especies que me vienen bien para las guías de naturaleza que vendo, es decir, mi trabajo oficial. Alguna vez lo llamé prostitución y creo que es algo de eso. Una prostitución a los paradigmas, a lo que se espera de mi o, peor aún, a lo que yo creo que se espera de mi.
En mi caso, no es que una cosa me gusta y la otra me desagrada, sino que, como las dos fotografías me gustan rápidamente me voy a la banquina, pero sé que una me llena y la otra ya no. Una me da vida y la otra es un recuerdo que estiro.
Por eso, recién, mientras buscaba una fotografía que me dispare un tema para escribir, me di cuenta que no quería subir una imagen clara, realista, sino una idea, un contraste, una sugerencia.
Y aunque me hubiera gustado encontrar muchas más, me quedé con esta, la que subí, pensando que si bien fotografío naturaleza, no me olvido del hombre. O cuando fotografío el hombre, siempre está la naturaleza. Porque creo que somos lo mismo. Exactamente lo mismo. Que sí, suena lógico ahora, somos animales como cualquier otro, pero sin embargo lo separamos en el día a día. Naturaleza o elementos humanos. Foco o fuera de foco. Válido o no válido. Retocado u original.
Lo mismo sucede con nuestras vidas. Buscamos polaridades que nos definan, que nos den sentido. Que tapen el vacío original. Si no soy fotógrafo de naturaleza, qué fotógrafo soy???? (mordida de uñas). Si no sos lo que actualmente sos, qué sos? Eso es el vacío que evitamos constantemente poniéndonos etiquetas. Pero siento que las etiquetas esas sólo nos llevan a nuevos vacíos, a despersonalizarnos, a perdernos en ruidos vanos, muchas veces.
Pensaba en una fotografía que tuviera naturaleza y urbanidad, que tuviera foco y estuviera fuera de foco, que me haga saltar los ojitos de un lado al otro buscando un punto.
Pensaba en una vida que tuviera naturaleza y urbanidad, espiritualidad y materialismo, que tuviera foco en algo y en otra cosa también, donde todo participe, nada quede afuera o todo quede afuera y nada participe, pero que no tome nada como cierto, pero tan cierto, que pudiera hacer que otra cosa sea falsa, tan falsa que el día de mañana me haga arrepentir.
Presiento que el 2023 va a ser bueno. Para nosotros como humanidad. Tengo fe de que este año, y perdonen la expresión, la mierda nos llegará tan alto que habrá que ponerse de puntitas y replantearnos lo que nos hace ruido, lo que no tiene sentido para nosotros, lo que sentimos que no está bien. O, sino, admitir que el mundo así como está nos conviene y que elegimos jugarlo así, que lo aceptamos así, con sus desigualdades, sus pesares, injusticias y cosas raras. Pero que lo aceptamos o no, y actuamos en consecuencia en ambas, al menos internamente.
Por eso, con este divino choclo de principio de año, les deseo un 2023 en que pase lo que tenga que pasar, aceptemos lo que tengamos que aceptar y que los que más necesitan algo lo obtengan.
Les deseo salud, claridad y mucho, mucho amor.
Los abrazo.
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