Hace millones de años me pasaron la idea de llevar a cabo un producto que podía comercializarse bien. Para eso, necesitaba viajar a Bariloche y estar unos días ahí, diferentes momentos del año, por un tiempo. Hace medio año, hablando con un amigo, surgió la posibilidad de llevarlo a cabo, de concretarlo. El primer viaje sería en noviembre y luego habría otro en otoño y otro el invierno siguiente.
Pero las cosas de la vida hicieron que pudiésemos empezar este invierno y, de esa manera, adelantar un poco las cosas. El mundo hizo que coincidieran unas cuantas cosas y así resultó. Él llegó a la Comarca el sábado pasado y saldríamos el domingo.
Y así lo hicimos, a pesar de la nevada de la noche anterior. Ese domingo, era uno de esos días en los que ni mamado saldría de casa sin absoluta necesidad. Nosotros teníamos una cabaña reservada en Bariloche, así que no quedaba otra. Había comprado las cadenas. Tenía cadena líquida. Así que cargamos el auto y nos fuimos.
A los quince quilómetros la gente de vialidad me avisó que la ruta estaba cortada por el cruce de un camión y la única razón para que se cruce un camión era hielo, mucho hielo en la ruta. Y si, a medida que avanzábamos la calzada se cubría más y más. Por suerte, el auto no patinaba ni se deslizaba de forma extraña. Al ser un poco más algo que lo normal, no tocaba los pedazos de hielo o no sé qué sería. Desde ya que no tengo ruedas de invierno ya que acá en la Comarca no hacen tanta falta. Todo el camino hasta Bariloche fue asi, por hielo y nieve. Llegamos a la cabaña a las siete de la tarde, contentos de haberlo hecho sin problemas y, en mi caso, tranquilo de haber conocido una nueva forma de viajar, de que aunque haya hielo si uno va con cuidado no pasa nada y se puede transitar igual.
En los siguientes días nos abocamos al proyecto, fuimos buscando y fotografiando diferentes sitios de Bariloche, la capilla, el Llao Llao, algunos senderos cercanos al Llao llao, el puente de la angostura sobre el lago Moreno, la vista desde el punto panorámico en el Circuito Chico. Subimos al Catedral, subimos al Campanario y pasamos por la oficina de turismo a ver qué más se podía hacer en invierno sin tener que vender un órgano para pagar el coste.
Porque en la Patagonia somos así. Nos quejamos que no hay laburo, que no viene gente, pero cuando viene la hacemos pelota, la matamos, el cobramos todo y le cobramos bien caro. Nos quejamos si se van afuera y no dejan la guita en el país, pero si el argentino pasea por el país, le cobramos como si hubieran ido a Paris. Y Bariloche no es París. Lo siento.
Y el último día, luego de visitar Colonia Suiza, ya volviendo a la cabaña, decidimos fotografiar un atardecer en un puente en el lago Moreno. Un día que había brillado por su falta de luz o, más bien, no había brillado por su luz grisácea, finalmente nos daba colores de ensueño al atardecer, rojos, naranjas, amarillos, violáceos. Me puso feliz. Pude conectar con la fotografía, con el lugar, con el momento. Fotografiamos hasta que se fue la luz.
Al volver al auto encontramos un vidrio roto. A pesar que el auto estaba vacío se la jugaron. Rompieron el vidrio y se fijaron a través del asiento trasero si había algo en el baúl. Y joder, ahí estaba mi cámara de repuesto con el lente que suelo usar para fotografiar pájaros. Dentro de una mochila. La manotearon y se fueron.
Nos fuimos rápido por miedo a que volvieran por más. Fuimos a la policía, hicimos la denuncia, luego a criminalística. No tenía ni tengo esperanza de que aparezca el lente, así como hay chorros también hay gente que les compra a los chorros, con lo que se completa el círculo. Fui a la policía porque me parece importante que lo que viví fuera parte de las estadísticas. Aunque esas estadísticas luego no salgan a la luz.
La policía me dijo que por día, se denunciaban alrededor de cinco a seis robos de autos en los kilómetros, es decir, saliendo de Bariloche para el lado del Llao Llao, circuito chico y todo eso. Cinco a seis autos por día que hacían la denuncia, imagino que al menos diez no la harían (y no los culpo ya que además del garrón de lo afanado, me tuve que comer dos horas paseando entre comisarías).
Escribí esto porque quiero dejarles dos pensamientos. Uno, si vienen a Bariloche, la Comarca o donde quiera que vayan en el sur, prepárense para que los roben: las excursiones, los medios en el cerro, los chocolates, los restaurantes, los hoteles, lo que se les ocurra (desde ya que no todos son chorros, por ejemplo, cenamos en la Cava clandestina y la comida es excelente y los precios razonables, como en la pizzería Dungda (o algo parecido), también excelente). Pero todo lo que denote “Viví Bariloche!” es sinónimo de “Te vamos a sacudir”. Y, Dos, prepárense para que los roben en serio o para que, si lo hacen, no les saquen nada. La realidad es que tanto en Bariloche como en muchas ciudades de la Patagonia, hay muchísimos asentamientos nuevos con mucha gente con carencias. Acá el invierno es frío y duro y para muchos, el robo es una de las formas de vida. Esta vez me tocó a mi contribuir con alguna de estas familias, pero puede que en otra ocasión les toque a alguno de ustedes y por eso quiero advertirles. Ayer un amigo me contaba que a él le pasó en plena Pampa Linda, en el Tronador, conozco unos cuantos casos en el puente sobre el arroyo Casa de Piedra, acá en El Bolsón pueden robarte en Cabeza de Indio, hubo casos en el estacionamiento del cerro Piltriquitrón y a veces, también, en el de Cascada Escondida. Es decir, cualquier auto que no esté vigilado, puede ser roto para ver si hay algo adentro. Es decir, ya no hace falta que haya cosas a la vista, rompen para ver si hay algo en el baúl (eso yo no lo sabía). Hay casos también en Siete lagos, en cascada Chachín, por nombrar algo en otro lado.
Lo siento. Lamento tener que escribir toda esta huevada, pero admito que a pesar que pasaron días ya desde el incidente, la tristeza me pide paso para descargarse, para no transformarse en bronca. Por un lado porque por un tiempo se me cierra toda una rama de mi laburo (la fotografía de aves y de fauna), por otro lado, porque posiblemente aborte el proyecto ya que no me dan ganas de volver a poner el auto a disposición de los chorros, aunque quede vacío y tampoco tiene sentido dejar de fotografiar atardeceres o anocheceres.
Sólo como dato. Antes de volver, llamé a la vidriería de El Bolsón, a ver cuánto me costaba cambiar el vidrio de la puerta trasera y ver si tenían. Sólo quería rajarme de Bariloche y volver a mi lugar, sólo quería verificar que no me mataran y que lo tuvieran. Mil ochocientos me dijeron. Para comparar, llamé a una vidriería de Bariloche, también para verificar el precio. Tres mil quinientos.
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