Hoy una amiga me decía que publique algo que escribí esta mañana, pero admito que no me animo. Es medio fuerte, tiene nombres fuertes que sé que podrá llevar a muchos a reaccionar mal, así que intentaré encontrarle una vuelta.
Vivimos en un país dañado, muy dañado. Que vivió y sufrió muchas situaciones fuertes, dolorosas, horribles para unos cuantos, vergonzosas para otros o un poco de todo para todos. Pero estas situaciones vividas no tienen una sola cara, no es que solo hay que recordar, sino que también hay que buscar la forma no solo de perdonar, que sé que para muchos será imposible (me cuesta pensarlo en mi directamente), sino también y este es el importante, dejar de odiar.
Nuestro país, como casi todos los países del mundo, tienen una cuota inmensa de odio en sus habitantes, por cosas que pasaron hace años, por cosas que pasan ahora, por cosas que nos contaron los libros de historia. Y repito, una cosa es la historia, otra cosa es lo vivido, otra es el odio y otra diferente el perdón. No es lo mismo, no necesariamente se dan las cuatro, no es necesario ni tres ni dos y a esa apunto hoy. El odio.
Me piden, nos piden, les pido que analicen su odio, que intenten suavizarlo, que busquen la forma de pararse en otro lado para ver si lo pueden ver diferente, no sé, cualquier situación que les produzca odio, pediría que intenten transformarla en otra cosa. En amor? me encantaría, pero me conformo con menos, simplemente con no odiar, no desearle lo peor a nadie, si no pueden otra cosa, ignoren, no sé cómo decirlo.
Estamos dañando el mundo con todo el odio que hay y así como muchos lo dañan hay muchos muchos trabajando por que eso no pase a mayores, pero hay mucha diferencia en cantidad y potencia. Por eso les pido eso. Si quieren enójense, puteen, pataleen, pero no odien, no odien al pedo, no odien a otro zanguango porque votó a otro, no odien al que se cruzó con el auto ni al que hizo tal y tal cosa hace dos generaciones.
Necesitamos terminar con el odio. Necesitamos encontrar los grados de gris que hay en medio entre el odio y el amor, y buscar cuál se ajusta más y ver cómo, despacito y poniendo onda, nos vamos pasando de uno al otro.
Somos energía. Energía pura. Y ese odio es el que hace que todo se oscurezca un poco.
Hoy hice mi trabajo e intenté liberar mucho de ese odio, no mío, sino de todos. Pero sé que no alcanza y por eso escribo esto.
Y que quede clarísimo que no hablo solo de Argentina, vi a mi país y a Chile, Bolivia, Perú, Brasil, Colombia, Venezuela y Ecuador igual, vi a mucho de Europa, de medio oriente y de oriente, de África ni hablo.
Hurguen en su odio. Déjenlo ir. Transmútenlo en otra cosa menos densa, menos oscura. Necesitamos luz, mucha luz.
Los abrazo. Fuerte.
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